Primero figura escrito en catalán: "Oficina de premsa". Luego en inglés porque en la Cataluña del secesionismo es más importante el inglés que el español: "Press oficce". Y por último en castellano: "Oficina de prensa". Estaba delante de un edificio público de Barcelona; frente al gabinete de prensa de ese organismo, si he de ser más preciso. Una letra. Esa es toda la diferencia entre el catalán y el español en algunas frases. En otras las variaciones son mayores, aunque no tanto para que nos enfrentemos a una incomprensión total. ¿Es posible que todo el independentismo catalán se haya montado sobre trivialidades como esta? Por supuesto que no.

Lo baladí es sólo la apariencia. Lo que alguien quiere que se vea. Hay que bucear un poco para llegar al núcleo. Detrás de todo el secesionismo catalán hay dos claves: una política y otra económica. En el aspecto político, el independentismo de la butifarra le ha servido a Mas, como antes le sirvió a Pujol aunque no tanto, para situarse como persona "¿relevante?" en el mapa europeo. En el mapa de Occidente, si queremos dar el paso al límite, porque el actual presidente de la Generalidad también ha paseado sus pretensiones por los Estados Unidos de América con el mismo resultado que el obtenido en el Viejo Continente. ¿Y a mí qué?, es la pregunta que se hacen los líderes de cada país que visita don Arturo y su corte. Cada gobierno ya tiene sus propios problemas para estar ocupándose no de los que atañen a España, que como país posee cierto peso específico si atendemos a su número de habitantes y PIB, sino de una región de España. Porque, aunque parezca lo contrario, España -o este país, si ustedes lo prefieren así como expliqué el otro día- es algo más que Cataluña y el País Vasco. Por supuesto, también es algo más que Madrid.

La segunda razón del separatismo, secesionismo o independentismo catalán, que lo mismo da, es menos confesable aunque no por ello menos real: la economía. Lo mío es tuyo y lo tuyo es mío, se dicen las parejas -se lo decían antes; ahora no lo sé- cuando se juraban, o se prometían, amor eterno. Lo mío es mío y lo tuyo también. Sorprende que algo tan chusco, tan rudimentario, tan vulgar, sea una de las patas de toda la causa catalana. Te vendo el 90 por ciento de los bienes y servicios que produzco, pero sin compartir beneficios. Y si alguien me lo afea le respondo, como hizo el otro día en un programa de televisión una chica que regentaba un bar cerca de Barcelona, que los andaluces sólo trabajan cuatro horas al día y el resto están tomando copas. Crea fama y échate a dormir. Conozco a algunos andaluces vagos y también, cómo no, a algunos canarios gandules. Individuos refractarios al trabajo los hay en cualquier parte, pero suelen ser pocos. La mayoría de la gente tiene que trabajar -y tiene que trabajar mucho- para vivir con un mínimo de decencia. Eso sí, no permitas nunca que una cruda realidad te estropee una buena ficción.

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