La mente. Porque el canario es isla y así se comporta. Cree mi tocayo Martín Carbajal que es necesario desinsularizar lo público y lo privado, trascender el hecho insular para intentar una Canarias única. Fue su respuesta racional ante la demostrada incapacidad del empresario canario para plantear la conquista de nuevos mercados, para salir al extranjero o saltar de isla. Pablo habla de tara, nuestra idiosincrasia que nos incapacita. Brillante reflexión, sin duda, que nos conduce al siguiente paso: qué hacer o cómo avanzar. Porque desinsularizar, como idea, no deja de ser una utópica declaración de intenciones que tiene un difícil encaje como plan de acción o como proyecto político.

. Qué es cómo es. Aquí pensamos que las decisiones se toman en el Sanedrín de Vegueta y allí están convencidos de que la hegemonía tinerfeña en el Gobierno arrima la sardina a las faldas del Teide. Aquí, que el empresariado canarión está hecho de otra pasta y allí, que el chicharrero se lo sabe montar muy bien. Puede que sea tan solo una interpretación de la realidad fundamentada en el desconocimiento mutuo. Rivalidad que se alimenta de intereses, no de cada isla, que como tales no tienen capacidad de actuar, sino de determinadas personas que obtienen beneficios para sí mismas. La política canaria está pensada en islas y así nos aleccionan, con evidente mala intención por parte de quienes desde los cabildos pretendieron, obtuvieron y aun conservan tantísimo poder. Los cabildos como poderosas máquinas de aislamiento programado, amigo Pablo. Desinsularizar requiere desafinar el piano para poder afinarlo, deconstruir Canarias para armarla de nuevo.

Equilibrio. Mantener el poder durante tantos años sin conflictos reseñables, ni siquiera con Gran Canaria, nos ha salido carísimo a Tenerife. El pleito insular tenía ese punto desagradable de la pelea entre hermanos, pero esto de ahora, debajo de las sábanas, en fin, lo podríamos llamar sumisión consentida. Ya lo decía Fernando Clavijo, lo importante para CC de mantener el poder a cualquier precio... ¿te acuerdas, Fernando, hace tantos años ya? Antes de desinsularizar deberíamos alcanzar el equilibrio. Su ausencia, que solo percibe quien viaja de Las Palmas a Tenerife y no entiende las colas en la Autopista del Norte o en la entrada a Las Chafiras o a la salida de San Jerónimo, porque allí hay túneles, viaductos y circunvalaciones; allí y en Fuerteventura y en La Palma y en todas las demás. El anillo insular lo veremos terminado en no sé cuántos años; la vía exterior, no estoy tan seguro. Además de las inversiones en Gando o en el puerto de La Luz o en el Doctor Negrín. Desinsularizar, estoy conforme, pero si partimos todos de la misma casilla de salida.

La conducta. Pensamos en clave insular, se lamentaban los empresarios, porque está en su naturaleza, sufren como el escorpión de Esopo. Una forma ancestral de hacer negocios basada en conseguir la licencia del monopolio o la representación exclusiva o la ayuda pública, para importar, para exportar, para ocupar el suelo, para lo que sea. Así funcionan los negocios en Canarias, con engaños al consumidor que nunca supo de la verdadera libre competencia, con privilegios desde el poder, con la desconfianza de quien sabe que "todos hacen lo mismo" y que esto "siempre" ha sido así. Llegados a este punto, que los empresarios sean como quieran, pero exijamos que se comporten conforme a las reglas del mercado y que confíen en sus equipos directivos para poder crecer. Desinsularizar requiere educación cosmopolita y fomentar la fusión de experiencias vitales, con otra política menos intervencionista y caciquil.

Como reto. Al fin y al cabo, trascender el hecho insular es aceptar la globalización como el futuro cierto que nos mantendrá en el Estado del bienestar y en la felicidad. Bravo, Pablo.

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