Se comenta en algunos diarios peninsulares que la reforma laboral realizada por el Gobierno de Mariano Rajoy no está completa. Estamos de acuerdo con este planteamiento. En España y en Canarias seguimos sujetos a una legislación que favorece más al trabajador que al empresario. Una legislación, lo hemos dicho muchas veces, heredada de los tiempos del franquismo. Un proteccionismo con el cual pretendía el "Generalísimo" compensar la falta de libertades políticas, así como sindicales -sólo existía un único sindicato vertical- que había en este país.

Los tiempos han cambiado pero muchas de aquellas leyes siguen vigentes. Cuando menos, persiste su espíritu. No abogamos por favorecer a los empresarios en detrimento de los trabajadores. Lo que queremos, porque es lo que necesitan estas Islas con urgencia, es una situación de equilibrio que incite a la inversión y a la creación de puestos de trabajo. El paro es el principal problema que tenemos en estos momentos por delante.

Incidimos sobre estos problemas no con la maldad de amargarle las vacaciones a nadie, sino para poner sobre la mesa un tema que requiere reflexionar con la profundidad que nos proporciona la tranquilidad de estas semanas, alejados del ajetreo cotidiano. Es el momento de cargar las pilas, como decíamos hace unos días, y también una buena oportunidad para pensar sobre nuestro futuro inmediato. A la vuelta de estos días de asueto, que algunos ya disfrutan y otros reservan para agosto -el mes de las vacaciones por excelencia-, volveremos a encontrar los mismos problemas que aparcamos al comienzo del estío.

"Reflexionar es muy sano", decía con frecuencia nuestro antiguo editor. Tenía razón. Es el momento de meditar sobre nuestra situación en España y en Europa. Hasta bien avanzados los años setenta del pasado siglo nos fue muy bien con un régimen de puertos francos. Ya a mediados del XIX la propia Corona española entendió que necesitábamos libertad comercial, sobre todo con los países americanos recién emancipados del colonialismo, para que la población canaria no sucumbiese literalmente de hambre. Con determinados añadidos y reformas, esta situación de fiscalidad propia y de puertos francos se prolongó durante décadas permitiendo, entre otras ventajas, que en Canarias se pasara menos hambre que en la Península en los duros años de racionamiento que siguieron a la contienda civil. Iniciado el desarrollo turístico, las capitales canarias fueron apetecidos centros de compras para visitantes tanto españoles como extranjeros por la diferencia de precios que permitía el diferencial fiscal.

A día de hoy no sabemos bien dónde estamos. A efectos prácticos lo ignoramos. Fiscalmente formamos parte de España pero no del todo porque también tenemos nuestra Hacienda canaria. Lo mismo ocurre con Europa. Estamos, pero no del todo. Tal vez deberíamos empezar por no pretender caminar con un pie en cada acera porque eso es imposible. O formamos un todo con España y con Europa, lo cual sería suicida desde el punto de vista económico -eso supondría volver a esa situación previa a la segunda mitad del siglo XIX-, o damos el paso hacia la plena autonomía no solo fiscal sino también política. Queremos decir hacia el pleno autogobierno.

Mientras tanto, los canarios -nosotros entre ellos- nos perdemos en los juegos florales que se organizan en torno al REF (el Régimen Económico Fiscal). No llegamos a entender lo que pretenden los políticos, tanto los de aquí como los de allá, con el nuevo REF. ¿Servirá algo de todo esto para que dejemos de tener casi 400.000 parados?

Un día más recordamos que estamos a más de 1.400 kilómetros de las costas peninsulares pero a menos de cien de las africanas. Sin embargo, no contamos para África o lo hacemos muy poco. ¿De qué nos han servido las dos audiencias mantenidas por Mohamed VI, rey de Marruecos, con Paulino Rivero? De nada que sepamos. Ha tenido que ir a Rabat el nuevo rey de España para que el monarca alauita firme el tratado de pesca con la UE que permitirá faenar a barcos españoles y canarios en aguas marroquíes.

A estas alturas deberíamos mantener unas fluidas comunicaciones aéreas y marítimas con el continente africano. Las marítimas no existen, mientras que las aéreas siguen en pañales y limitadas a un turismo que tampoco es muy abundante. No nos relacionamos con África, pese a la proximidad geográfica, porque al Gobierno español nunca le ha gustado que lo hagamos. Aprovechemos el sosiego de estos días, insistimos, para pensar un poco sobre estos asuntos.