Fue el año 55 y en Vitoria. Desde La Felguera, Asturias, donde trabajábamos, nos fuimos Rafael Lecuona y yo con nuestras respectivas a tierra navarra porque allí se casaba nuestro primo hermano Guillermo Cabrera, Guillermito en el argot familiar, aunque también se le llamaba "Mitón", principalmente entre los íntimos de la familia de su madre, en especial por parte de su tía Maruca, casada con Pepe Calzadilla, del que guardo un imborrable recuerdo como caballero y amigo y que, por ser un matrimonio sin hijos, pusieron un especial cariño en el mayor de sus sobrinos, Ramírez. Y todos teníamos gran curiosidad por conocer a la novia a la que Guillermito había conocido en Londres, donde estaba ampliando sus estudios de Medicina y ella en un colegio a donde la habían mandado sus padres, que vivían en Roma, pues su padre tenía a su cargo la Biblioteca de la Embajada Española en el Vaticano. Pero, para mí, la importancia de la boda residía en que quien se casaba era nada menos que Guillermito, que siempre fue, al menos para los de mi generación, un muy destacado miembro de nuestra familia Cabrera.

Guillermito y yo éramos de la misma edad, yo unos pocos meses mayor, y desde el fallecimiento prematuro de nuestro primo Emilito Mandillo, el hermano mayor de Ezequiel, era yo el mayor de los primos Cabrera, aunque el que llevaba realmente el liderazgo entre nosotros era Guillermito, que parecía nacido para mandar. Pero no en todo, porque quizás yo le superase en las calificaciones de los estudios, lo que para todos nosotros carecía de toda importancia ya que eran otros los aspectos -que supongo se mantienen todavía en nuestra juventud- los que daban calidad a la persona, tales como simpatía, buen tipo, poder de iniciativa y hasta estabilidad económica, muy importante entonces donde tener siempre unas "perras", y a veces hasta pesetas, en el bolsillo causaba asombro y respeto entre los amigos que siempre andábamos más pobres que una rata. Pero donde más se hacía evidente su liderazgo era en el trato con las chicas de nuestra edad, lo que era, y me imagino que sigue siendo, el principal motivo de existencia a los 16-18 años. Y esto era hasta doloroso, porque bastaba que conociésemos a una nueva niña especialmente guapa o atractiva para que fuese el dichoso Guillermito el que se hiciese con su amistad, desplazando a cualquier otro que con anterioridad al resto de los amigos la hubiese conocido.

También en el deporte destacaba Guillermito sobre sus amigos, y así jugaba al futbol de delantero centro, que era entonces aun antes de la WM el puesto más importante de un equipo; o en el equipo de natación del Náutico que entrenaba Acidalio Lorenzo, donde lo hacía en el estilo libre, que era el más codiciado cuando el récord del mundo de 100 metros libres estaba en 56,6", lo que hoy hacen poco menos que los principiantes; mientras yo nadaba la vulgar braza (porque eso de la mariposa aun no se había inventado) y Pablo Matos lo hacía en espalda. Y en atletismo, que entonces se empezaba a practicar, y estando ya estudiando Medicina en la Universidad de Zaragoza, participó en los primeros Campeonatos Universitarios, celebrados en Madrid, como lanzador de jabalina, algo que los demás no sabíamos lo que era, mientras que yo, por ejemplo, me limitaba a correr los 5.000 metros con lamentables clasificaciones.

En cuanto a estudios superiores universitarios, mientras yo me hacía ingeniero de minas, él tuvo una corta estancia en Madrid, en la calle Almagro, donde nos alojábamos los dos en la casa de una viuda de la guerra de Marruecos y conocida de mi padre, ya que al principio pensaba hacerse ingeniero naval y hasta fue conmigo a una academia preparatoria de las de entonces, pero por un solo día, pues por la noche y en la habitación que compartíamos recuerdo que me dijo que aquello no era para él y se pasó a Medicina, la que se fue a hacer a Zaragoza, para luego volver a Madrid a hacer el doctorado con el Dr. Marañón, donde coincidió con Carlos Pinto, y luego, después de un corto período ejerciendo en Madrid en una consulta con otro amigo médico, se fue a Londres a ampliar estudios y allí conoció a la que sería su mujer, a cuya boda aludía al comienzo de estos recuerdos, si bien pronto se fueron a Estados Unidos, concretamente a una universidad de Illinois, creo que la de Springfield, donde empezó a investigar y a impartir clases de su especialidad. Tuve la alegría r de verlos en mi primer viaje profesional a EEUU, allá por el año 57, cuando su mujer esperaba la llegada de su hija Titi. Pero poco duró la estancia en Illinois y se trasladaron a Nueva York, a trabajar en la Universidad NYU, nada menos que con el Dr. Severo Ochoa, y cuando la concesión del Nobel al investigador español, recuerdo verle en reportajes que la tele hacía del laboratorio del galardonado y donde él aparecía, siempre sonriente y triunfante, entre los colaboradores del Nobel. En las pocas veces que tuve que ir a Nueva York tanto por motivos profesionales como de vacaciones, una visita imprescindible era la de Guillermito y Txiki, allá en Long Island, en cuya zona se celebraba el Open de Tenis de Estados Unidos. Y cuando el matrimonio con sus niñas pasaba por Madrid camino de Santa Cruz, entonces, con muchas horas entre la llegada muy temprana a Madrid hasta la salida ya tarde a Santa Cruz, acostumbraban a quedarse en casa de su primo Pepito Segovia, donde las niñas solían echarse una siestita después de comer todos juntos.

La vida quiso que Guillermito se nos fuese muy prematuramente, pero el recuerdo que todos tenemos de él y el cariño que también todos tenemos por su mujer Txiki, sus hijas y nietas, hace que el volverlas a ver con motivo del ochenta cumpleaños de Txiki que han querido celebrar en esta querida tierra, concretamente en el Camino Largo de La Laguna, en casa de su sobrino Moti, sea una ocasión única en la que poder mostrar a todas ellas nuestro cariño y nuestro afecto más sincero, así como nuestro recuerdo de su marido, padre y abuelo, el siempre recordado Guillermito.