Los comedores escolares de verano son una medida indeseada pero necesaria al mismo tiempo. Indeseada porque son la prueba de que la pobreza familiar hace mella en los canarios tras una larga etapa de crisis, en la que el desempleo se ceba con demasiados ciudadanos, y necesaria por ese mismo motivo. Es fácil seguir los pasos del presidente de la Comunidad de Madrid, Ignacio González, y negar la mayor, decir que no son necesarios porque todos los niños tienen un plato de comida, pero eso sería faltar a la verdad y dejar en la estacada a miles de familias que necesitan del apoyo de la Administración.

El PSOE ha asumido, con la convicción de nuestro ideario, la responsabilidad de la Consejería de Educación en este mandato. Los comedores escolares forman parte de ese compromiso con la educación pública y la igualdad de oportunidades, así como de la atención a las personas económicamente más castigadas por la crisis. Lejos de intenciones caritativas, los comedores escolares se enmarcan en una actividad formativa más amplia, con talleres de inmersión lingüística (tan necesaria) y clases de apoyo y refuerzo. Preservamos así la dignidad de los 6.000 chicos y chicas que se han inscrito, y les damos una mejor formación.

Sólo cuatro Comunidades Autónomas en España han adoptado esta medida, a pesar de que incluso la Defensora del Pueblo ha abogado por extenderla a todas. Porque la pobreza infantil (o pobreza familiar, como el consejero delegado del IASS, Miguel Ángel Pérez, la denomina, por considerar que abarca a todo el núcleo) alcanza tasas insoportables en nuestro país. No sólo por causa del desempleo, sino también de los recortes en la atención social, en las prestaciones, en las ayudas a las familias que peor lo están pasando.

Cada vez hay más niños y niñas en situación de pobreza o cercana a la exclusión, y los recursos que dedica el Estado a combatir esta lacra, lejos de aumentar, no han dejado de decrecer desde 2011. El último informe de Unicef sobre este asunto constataba que el 23,3% de las familias con uno o dos hijos viven en situación de pobreza, una tasa que se dispara al 46,9% de las formadas por dos adultos y tres o más pequeños. Son datos que deberían obligar al Gobierno a una estrategia integral y a replantearse su demolición del Estado del bienestar, porque tendrán consecuencias a largo plazo.

Un niño que sufre una situación de pobreza parte de una situación de desventaja con respecto a otros que le marcará a la hora de afrontar la vida adulta, que tendrá una tendencia mayor a la precariedad, según demuestran los estudios realizados. Su tasa de abandono y fracaso escolar es mayor, por ejemplo, con todo lo que eso implica para el futuro de un país. Sólo con aumentar las ayudas (que es invertir en capital humano) para los libros de texto y los comedores durante el curso escolar ya se estaría dando a las familias un tanque de oxígeno para evitar caer en la pobreza o salir de ella, y proporcionar a sus hijos un mejor futuro.

Los comedores no son sólo una medida paliativa sino también una apuesta por la inclusión de los menores y por su formación en un entorno. Por eso, me siento orgulloso de que un consejero socialista haya llevado a cabo esta actuación. Qué lástima que no tengamos un Gobierno estatal a la altura, más empeñado en impedir a las mujeres que aborten que en ayudar a los ya nacidos. Qué contradicción, legislar para que (eso creen ellos) nazcan más niños, y al mismo tiempo, dejar de atender las necesidades que tienen ellos y sus familias para no verse abocados a la pobreza.

Ojalá el año que viene podamos seguir ofreciendo actividades formativas sin que tengamos que volver a abrir los comedores escolares en verano. Sería una muy buena señal, pero mientras sea necesario hacer ese esfuerzo, los socialistas seguiremos haciendo notar nuestra impronta en el Gobierno.

Sanidad y Dependencia del Cabildo Insular de Tenerife @aurelioabreutf