El 27 de mayo se celebró una sesión del Foro Milicia y Democracia, en el Centro de Estudios Políticos, que nos trajo dos tipos de recuerdos: unos de carácter general, que está referenciado en mi obra "La Milicia Universitaria. Alféreces para la paz"; otro más concreto y específico: el fallecimiento, por aquellos mismos días, de un ilustre veterano de la Milicia Universitaria (MU), José Joaquín Sancho Dronda (1922-2014), al que se han dedicado algunas necrológicas, por sus servicios como financiero -desde el Banco de Aragón en Zaragoza, pasó a desempeñar la presidencia de Ibercaja y la Federación Europea de Cajas de Ahorro, entre otros destinos-, pero no por los "castrenses", como su paso de 16 meses de oficial de complemento en un regimiento militar en el Pirineo, en la época de los maquis, cuyo recuerdo fue imborrable.

Perteneció a aquella segunda promoción de la MU, en el campamento de Seva (Gerona), anterior al de Santa Fe del Monstseny, de 1944, que como todas las primeras, en plena guerra mundial, cumpliendo grandes misiones. El general inspector Álvarez Serrano había publicado en 1942 su "incunable" "Manual de la Milicia Universitaria. Normas y consejos para los caballeros aspirantes a oficiales de complemento". Sancho Dronda se había incorporado a esa segunda promoción, de la que fueron un ejemplo Manuel Fraga, González Pérez, Antonio Carro, Garrido Falla, Alberto Monreal, José María Chico, Antonio Truyol, García de Viedma, Gutiérrez Rubio, Vázquez de Prada, José Antonio Samaranch, Lucas Fernández, Alvarez de Miranda y José Polanco, entre otros.

José Joaquín Sancho Dronda, que se licenció en Derecho por la Universidad de Zaragoza, estaba con algunos compañeros aragoneses de aquella citada promoción: Francisco Vives, Francisco Parra -luego misionero-, Lázaro Carreter, Horno Liria, Pérez Hernández, Pérez Modrego, Ruiz Gálvez, Esteban Íñigo, Pedro Baringo, Peyrolón, Rodrigo Cantín y otros.

La trayectoria humana, financiera y profesional de Sancho Dronda fue muy destacada en España y Europa, cuando ésta pasó su transición, tras la II Guerra Mundial. Pudo ser ministro de Hacienda en algún momento. Franco le conocía y trataba especialmente cuando se alojaba en el monasterio de Cogullada. Pero era sencillo y hombre bueno. Se preocupó mucho por la esfera rural. No olvidó lo que pudo hacer por la ciudad de Daroca (Zaragoza). En los últimos años, se quedó ciego totalmente, con noventa años. Pero contestaba a las cartas de quienes le escribíamos, y que le leía un colaborador. Ahora está en la gloria de Dios, con los santos mártires de la que era su iglesia. Era una personal y definitiva transición.