Nos hemos acostumbrado a justificar la conveniencia de las instituciones en función de su coste. Así llevan muchos bastante tiempo defendiendo a la Monarquía porque tener a un rey por jefe del Estado sale más barato que un presidente de la república. Argumento que se orla con el añadido de que la Monarquía española es la más modesta de Europa. Bajando muchos escalones, estamos cansados de oír que la Televisión Canaria es la más económica para el erario de cuantas existen en España. Y así con muchas cosas más. Desde las propias autonomías, con sus parlamentos y sus gobiernos regionales, hasta el Senado, institución donde más de 260 señores y señoras cobran buenos sueldos y mejores dietas por no hacer prácticamente nada; y el prácticamente podemos ahorrárnoslo.

Un planteamiento erróneo. Si una institución es necesaria debe existir cueste lo que cueste, siempre que hablemos de cantidades razonables. Y si es superflua, incluso gratis sale cara. "El capricho de Rivero puede convertirse en un dragón de siete cabezas imposible de alimentar", ha dicho Miguel Cabrera Pérez-Camacho sobre la intención del Gobierno regional de crear una Agencia Tributaria Canaria. Quiere no sólo Miguel Cabrera sino todo su partido -el PP- tener en las manos un estudio serio sobre el coste del invento antes de oír hablar de apoyarlo. Añaden los populares que la puesta en marcha de esta nueva agencia quebranta el compromiso del presidente del Gobierno autonómico de reducir el tamaño de la Administración regional, al aumentarlo en tiempo de crisis económica.

Para empezar, capricho inútil según y cómo. A lo mejor había que considerar las propias autonomías un capricho en sí mismas, considerando en lo que se han convertido después de treinta años: un instrumento para que gente como Arturo Mas, y como el propio Paulino Rivero, sean alguien en el contexto general de este país. Poco o nada se hablaría de ellos -mucho más del Molt Honorable que de Rivero, la verdad sea dicha- si Cataluña y Canarias fuesen simples regiones españolas, que es lo que realmente son. La descentralización, tanto la autonómica como dentro de las autonomías la municipal, posee en sí misma suficientes ventajas para implantarla. Lo absurdo sería tener que ir a Madrid para cualquier cosa y a la capital de la provincia para cualquier otra. Periferias sí, indudablemente, pero no a cualquier precio.

Por lo demás, no parece que le vaya muy bien a este país con 17 autonomías, a cual más derrochadora. Alivios temporales al margen, seguimos teniendo casi seis millones de parados y una deuda pública equivalente -le falta muy poquito- al PIB de un año; una redundancia pues el PIB siempre se calcula por anualidades. La única utilidad a la vista de esta Agencia Tributaria vernácula es ese afán del nacionalismo adyacente de montar no uno sino 17 estados paralelos, con la ventaja añadida de que con esta Agencia tendrán otro echadero para colocar a los amigos sin necesidad de fabricar comisionados para el desarrollo del autogobierno y paridas semejantes.

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