La nueva alcaldesa de París, la española de nacimiento y francesa de adopción Anne Hidalgo, no sabe qué hacer -en realidad ni siquiera sabe si quiere hacer algo- con los candados del amor: esos cerrojos que las parejas fijan en las barandillas de los puentes y luego tiran la llave al río -o a donde sea- para que nadie pueda volver a abrirlos. Cuando sólo había unos pocos en contados lugares de también unas pocas ciudades la idea resultaba hasta graciosa. Ahora la situación se ha desbordado. En el parisino Puente de las Artes, que une sobre el Sena la Academia Francesa con el Museo del Louvre, no queda un centímetro de barandilla para colocar uno más. De hecho, varios tramos de la baranda se han venido abajo por el peso y ha habido que reponerlos... sin candados, claro, aunque apenas unos días después volvían a estar repletos.

La moda se ha extendido por los cinco continentes como una plaga. En el propio París no afecta únicamente al mencionado puente. También está "infectado" de cerraduras el del Arzobispado, así como las pasarelas Simone de Beauvoir y alguna más. Hasta en lo más alto de la torre Eiffel hay candados. En Roma, donde esta moda lleva siete años implantada, las autoridades municipales han decidido cortar por lo sano: colocar un candado está prohibido inclusive en el famoso Puente Milvio; el que señalan los romanos como cuna de esta costumbre. A los infractores les caen 50 euros de multa. Además, como es obvio, retiran de inmediato su metálico símbolo de amor perpetuo. Con frecuencia le oigo decir a una amiga que las parejas de conveniencia son las que más duran. Puede que sí, considerando que algunas cosas atan más que un candado. Sea como fuese, tampoco es posible ya colocar un cerrojo en el florentino Ponte Vecchio; otro de los santuarios de los enamorados del mundo mundial. En Dublín no ponen multas pero quitan los candados. No obstante, en algunas ciudades, como Liverpool, la costumbre, amén de permitida, está fomentada por las autoridades como reclamo turístico.

Todo esto está bien o mal según quien opine. En Colonia, viendo a una pareja de adolescentes colocar el típico candado en un puente de acero para el tránsito de trenes, aunque con su correspondiente pasarela peatonal, intenté calcular el peso extra que suponían aquellos miles -posiblemente decenas de miles- de candados. Parece que en algunas estructuras este problema es grave, pero lo esencial no es esto sino la velocidad con la que pueden propagarse hoy en día las ideas o los conjuntos de ellas; es decir, las modas. Ya en 1976 estableció Richard Dawkins, en "El gen egoísta", la existencia de los "memes" y su papel en la transmisión de la cultura, similar al que desempeñan los genes en la herencia genética que recibimos de nuestros progenitores. Eso sí, con la diferencia -obvia- de que los genes sólo nos los endosan nuestros padres, pero los memes puede inoculárnoslos hasta el más bobo de la clase. Si es una desgracia el que en este país no quepa un tonto más, ¿qué decir de un planeta tan idiotizado que ya no es capaz de albergar a un cretino añadido?

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