Varias veces durante las últimas semanas se ha vuelto a hablar de la Transición política española. Lo ocurrido en aquellos años ha vuelto a la actualidad con motivo del fallecimiento del primer presidente de un gobierno democrático en España después de la Guerra Civil y la dictadura. Adolfo Suárez actuó como brazo ejecutor de la reforma, pero fueron Torcuato Fernández Miranda y el propio Rey Juan Carlos quienes la planearon.

La Transición no se hizo de la noche a la mañana ni a golpe de embates revolucionarios. Se hizo poco a poco. Se ejecutó desmontando uno a uno los ladrillos del obsoleto edificio franquista -en esta Casa sufrimos las arbitrariedades del franquismo- para construir, asimismo poco a poco, sin prisas pero sin pausas, el nuevo entramado de la democracia. Había agitación en las calles. Había huelgas porque la situación económica era desastrosa. Había atentados terroristas porque algunos entendían, erróneamente, que la violencia era el camino para conseguir la libertad de los pueblos e incluso las libertades políticas. Había, en definitiva, inquietud y desasosiego, pero no se padecieron en España episodios extremadamente sangrientos, con el resultado de centenares y aún miles de muertos, que hemos presenciado últimamente en algunos países árabes cuyas poblaciones, también siguiendo una aspiración muy justa para cualquier ser humano, han reclamado su derecho a la libertad.

Es el ejemplo de la Transición española el que reclamamos para Canarias. De la misma forma que el pueblo español pasó de la dictadura a la democracia, el pueblo canario quiere pasar de vivir en una colonia a hacerlo en una nación soberana. Ese es nuestro destino no en lo universal, como decía el general con respecto a España, sino, simplemente, en lo canario. Queremos ser ciudadanos de nuestro propio país. Nada más, pero tampoco nada menos. Queremos libertad para vivir con identidad propia y, consiguientemente, con dignidad, pues no es digno quien está sometido y acepta dócilmente esta situación.

Lo contrario a la docilidad, al aplatanamiento, a la narcosis general que padecemos porque han sabido inducírnosla nuestros "amos" coloniales a lo largo de 600 años, no es salir violentamente a la calle para destrozar escaparates y arrasar el mobiliario urbano. No aceptar la mansedumbre de los siervos que tan magistralmente perfiló Miguel Delibes en su novela "Los santos inocentes" no equivale a un comportamiento violento. Equivale a salir pacíficamente a la calle, como lo están haciendo los catalanes, para decirles a los gobernantes de Madrid que no queremos seguir vinculados política y económicamente a España. No lo queremos porque no somos parte de ese país ni tampoco somos españoles. Somos canarios aunque en nuestros documentos de identidad figure, por imposición, la nacionalidad española.

Nada tenemos contra los habitantes del país que hoy por hoy sigue siendo nuestra Metrópoli. Hemos manifestado en repetidas ocasiones, y volvemos a hacerlo hoy, que nos gustaría mantener buenas relaciones de amistad con España en el futuro. Hablamos el español, al igual que lo hablan los ciudadanos de muchas naciones colonizadas por ese país en el pasado, y nuestra cultura es Europea pese a que vivimos en un archipiélago geográficamente africano. África comienza a más de 1.000 kilómetros al norte de Canarias y la Península ibérica está a 1.400 de nuestras Islas, pero no llegan a 100 los que nos separan de la costa occidental de Marruecos. No obstante, y a pesar de esta realidad de situación, no tenemos por qué renunciar a esos lazos que nos unen a Europa. En el futuro queremos mantener buenas relaciones con España, insistimos en ello, pero de igual a igual. Lo que no admitiremos jamás es la actual relación de sometimiento. De los gobernantes españoles, de su generosidad con la causa canaria -que es la causa de nuestra libertad- depende que esas amistades de futuro sean buenas.

Noticias como la que publicábamos ayer en nuestra primera página avalan sobradamente nuestra lucha, siempre pacífica, por conseguir la independencia de Canarias: "Poco más de la mitad de los parados canarios recibe prestación por desempleo, pues la tasa de cobertura se ha reducido diez puntos en solo dos años en las Islas, hasta llegar a situarse en el 58%, una de las más bajas de España". ¿Es que estamos a la cabeza de España en algo bueno? También la inversión por habitante en estas Islas está por debajo de la media española. Somos ciudadanos de segunda categoría. O de tercera. Por si fuera poco, estamos gobernados por un político incapaz -lo demuestra día a día- de resolver uno solo de los problemas que tenemos. Un político que corre a Roma, a Madrid o a donde sea para sacarse "la foto" con el fin de que todo el mundo vea lo importante que es. ¿Qué estarán diciendo de esa foto, nos lo preguntábamos ayer y volvemos a hacerlo en este editorial, los casi 400.000 canarios desempleados, los que se ponen a diario en las colas del hambre, los que están en las listas de espera porque la sanidad pública es un desastre o los jóvenes obligados a emigrar? Jóvenes cuyas familias han de hacer un último esfuerzo para pagarles el billete del destierro con la esperanza de que encuentren trabajo en el extranjero, después de haber gastado muchísimo en su formación. Gastos a los que no tiene que hacer frente Rivero y su esposa la señora Mena porque a ellos, y a otros como ellos, se los pagamos los canarios con el sudor de nuestra frente. Por eso se pueden permitir el lujo de vivir en una mansión mientras miles de familias canarias, con todos sus miembros en paro y sin ingresos, se quedan sin sus humildes viviendas al no poder afrontar las hipotecas.

¿No caerá un rayo divino sobre estos inicuos políticos? ¿Aprovechó alguno de ellos su reciente proximidad con el Papa para arrodillarse ante el Sumo Pontífice y, arrepentidos, pedirle perdón e indulgencia por el enorme daño que le están causando al pueblo canario? ¿De qué nos sirve tener buenos médicos y excepcionales profesionales de la sanidad en general si luego se muere la gente en las listas de espera por la mala gestión política? ¿Por qué no cesa Rivero de una vez a la consejera de Sanidad?

No cesa a nadie porque debería empezar por cesarse a sí mismo. Es decir, por dimitir y exiliarse de la política para siempre. Mientras tanto, los socialistas callan. Apoyamos al socialismo humanista pero no al socialismo político. No nos gusta el socialismo del PSOE. Mucho menos el que practica el PSOE canario, que ha sido nefasto para esta tierra. ¿Qué le debe Canarias al PSOE? Nada. Solo promesas incumplidas, como esos 25.000 millones de euros con los que embaucó Zapatero a Rivero. Lo engañó como a un indígena. Hasta se permitió tomarle el pelo con la "cesión" de las aguas canarias. Si ese mar es realmente canario, ¿por qué tienen que pedir permiso a Madrid tanto el Gobierno autonómico como el Parlamento regional para celebrar una consulta sobre las prospecciones petrolíferas?

Tienen que pedir permiso para eso y para todo, como los niños de un parvulario, porque no somos dueños de nuestra tierra. La autonomía es una falacia; un burdo disfraz, un burka asfixiante para ocultar la afrentosa condición colonial de estas Islas. Situación infame en pleno siglo XXI que se perpetúa con la colaboración de CC y la ayuda del PSOE regional. No nos gusta, lo repetimos, este socialismo político. Recientemente ha quedado en evidencia que tampoco nosotros les gustamos a ellos. Un desdén que no nos quita el sueño mientras nos apoyen diariamente cerca de 200.000 lectores. Es el pueblo lo que nos importa y no los chupópteros políticos que viven a costa de los ciudadanos. Por eso somos popularmente tan queridos mientras otros solo reciben el desprecio colectivo.