Andan un tanto mosqueados algunos en el PP por el hecho de que el obispo Bernardo -prelado de la Diócesis Nivariense- haya invitado sólo a políticos de CC a los actos con los que se celebra la canonización del Padre Anchieta, quien es formalmente desde hace dos semanas San José de Anchieta. El papa Francisco presidió ayer, en la romana iglesia de San Ignacio, una misa de acción de gracias para reconocer la labor evangelizadora de este jesuita tinerfeño. Asistió una nutrida delegación canaria -más de ochenta personas- en la cual figuraban, junto con los dos obispos canarios, el presidente del Gobierno autonómico, el titular del Cabildo de Tenerife, el alcalde de La Laguna -puro ATI, si exceptuamos al regidor Bermúdez- y algunos más entre los que estaba, cómo no, el ex presidente de la Corporación insular tinerfeña y apresurado candidato a la Medalla de Oro de esta institución, el siempre ínclito Ricardo Melchior.

Bernardo Álvarez se ha apresurado a aclarar que él, en calidad de obispo, no ha invitado a nadie. Los que estaban ayer en Roma, según asegura, fueron por su cuenta. Algunos por cuenta del erario, la verdad sea dicha, pero tampoco eso es una novedad en este país al mejor estilo de "piensa como Cristo pero vive como Dios". Sea como fuese, el PP reaccionó y envió al ministro Soria en representación del Estado español, acompañado por Antonio Alarcó y Águeda Fumero que viajaron con cargo a su bolsillo en nombre de instituciones tinerfeñas. También ha estado estos días en la Ciudad Eterna Ana Oramas, exalcaldesa de La Laguna, por la parte que le toca en el ascenso a los altares del ahora ya santo lagunero.

Cualquier persona es libre para acudir a los acontecimientos relacionados con su fe. La situación se complica cuando un presidente autonómico, su equivalente insular y hasta un alcalde acuden no como ciudadanos privados sino como autoridades. Se complica por la sencilla razón de que vivimos en un Estado aconfesional. Si Paulino Rivero, Carlos Alonso, Fernando Clavijo, Ana Oramas y todos los demás, incluido el ministro de Industria y etcétera, quieren asistir a misa en Roma, perfecto. Puestos a elegir, mejor las personas piadosas que las despiadadas. Pero que vayan en su tiempo libre y con los gastos a cuenta de su bolsillo... los que no lo hayan hecho. Si alguien necesita tres días o una semana para acudir a un acto en el Vaticano o en una iglesia próxima a la Santa Sede, como ha ocurrido en este caso, que coja una parte de sus vacaciones estivales y que luego en julio, en agosto o cuando le toque el asueto veraniego, recupere esos días trabajando por los ciudadanos que dependen de él. Si no en su despacho, considerando que resulta difícil hacer algo cuando todos están fuera, sí al menos visitando barrios marginales, centros asistenciales, comedores de caridad y lugares parecidos para ver cómo viven muchos canarios. Cualquier gesto así sería bienvenido porque, puestos a pensar como cristianos al estilo austero de los jesuitas, San José de Anchieta preferiría que estas autoridades se estuviesen ocupando de los pobres en su tierra en vez de pichicomear por Roma, con cuchipandas incluidas, para salir en las fotos.

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