1.- Entre la sequía informativa y la sequía de conveniencia se erige un muro que turba no poco al cronista, que reconoce que no se puede hablar de todo. Pero, ¿y entonces? Antañazo había un recurso que usábamos, en tiempos del franquismo. Cuando no había nada de qué informar surgía el titular milagroso: "Hambre en Rusia", algo que era muy bien visto por la censura. En una temporada sin nada de qué escribir iba yo por una carretera secundaria cuando observé, en medio del camino, unas bonitas bragas de mujer (especifico, porque hoy ciertos hombres también se ponen bragas). Llegué al periódico, emocionado, porque ya tenía algo que contar: unas bragas olvidadas en un camino rural, una historia romántica, de goce y de refocile. Escribí un artículo que titulé algo así como "Unas bragas en la ruta" y en mi inocencia -tenía yo 22 años y estudiaba periodismo- creí que había elaborado algo literariamente original. Al poco de entregar la pieza al linotipista se escuchó en la redacción la voz de trueno de , paz descanse, subdirector de La Tarde, gritando: "¡Chaves!, ¿tú estás loco? ¡Nos vas a cerrar el periódico!". Debió ser que me pasé de tono en el relato erótico con el ímpetu irrefrenable de los 22 años y las ganas de cachondeo que tenía yo entonces, naturalmente hoy apagadas por los años.

2.- Existía el depósito previo de ejemplares, todavía, en la Delegación de Información y Turismo, ejemplares que llevaba y traía Carlitos y que eran sellados allí y luego botados de mala manera en un cobertizo del edificio del periódico. Los funcionarios de Turismo se repartían unos cuantos ejemplares y otros los sellaban y los devolvían. Casi al mismo tiempo el periódico era llevado a la parada de guaguas para su reparto en los pueblos. Yo recuerdo esperar la guagua de Santa Cruz, en el Puerto, en la parada junto al muelle, para recoger EL DÍA y La Tarde, que eran los diarios de información general, y La Hoja del Lunes, Aire Libre y Jornada Deportiva, que eran los semanarios y bisemanarios. Qué tiempos los de las bragas y la guagua, qué tiempos.

3.- A los viejos periodistas nos puede la nostalgia y son las antiguallas las que nos motivan a la hora de rellenar los espacios asignados. Es posible que sea cierto eso de que cualquier tiempo pasado fue mejor; también es posible que sean sólo versos de poetas, pero a mí el pasado me emociona y el presente no; y no digamos el futuro. Con la libertad de prensa jamás me volví a encontrar unas bragas, así que no he podido publicar -escribirlo sí que pude- el artículo de mi vida.

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