Fue elegido el mejor alcalde del mundo en 2012 por la Fundación City Major, dado que transformó adecuadamente Bilbao. Estuvo de alcalde cuatro legislaturas tras haber sido anteriormente consejero de Sanidad del gobierno vasco.

Coincidimos en Salamanca durante la licenciatura de Medicina y nuestro conocimiento fue por la correlación de apellidos en exámenes y en grupos de trabajo: Ayala, Azkuna. En esta ciudad unamuniana convivíamos vascos y canarios y con ideas comunes. Azkuna, desde su entroncamiento vasco y en una época que el silencio en política era obligado, no cesaba en las oportunidades que se producían, que eran muchas, en trasmitirme, bien cuando bajábamos desde la Facultad camino de la Plaza Mayor, o en la tertulias del Ateneo o de las conferencias camufladas del Colegio Hernán Cortes, su preocupación por su tierra desde una militancia del PNV.

Por nuestra parte, la preocupación por Canarias también era una constante y el empeño nuestro era, en aquellos momentos, procurarnos un Hogar Canario donde desde esa convivencia aparecieran los debates necesarios sobre unas islas que las veíamos lejanas y a la vez próximas y que como universitarios sentíamos un compromiso por acercar sus problemas.

Tras terminar la carrera transitamos por diferentes caminos; él a investigar al Hospital Broussais, de la Universidad de París, y yo rumbo a La Gomera, a desempeñar la medicina rural, que en aquella época de medios precarios no solo era gratificante sino emocionante.

Años mas tarde coincidimos en Salamanca en los encuentros que cada cinco años procuraba la promoción. No acudió a todas todos porque su cargo público se lo impedía, pero las cuestiones de la política, la vasca y la canaria, seguían siendo argumentos de las conversaciones, las cuales se vieron magníficamente acentuadas en el año 2003, cuando una delegación del PNC se desplazó como invitada al País Vasco para celebrar conjuntamente el Aberri Eguna, donde recordamos cuestiones de nuestras andanzas y devaneos políticos por Salamanca

Sabíamos de su enfermedad, sobre la cual mantenía su socarronería de siempre y dándole la minima importancia que los médicos le damos a nuestras patologías, como si estas fueran con otros. Su humor e intelectualidad nunca le fallaron y, sobre todo, sus vivencias, aquellas comunes que tuvimos en Salamanca y que, cuando la oportunidad se presentaba, estaban en nuestro recuerdo y situadas en la memoria, como el primer día. A Azkuna lo conocí en la sala de disección de Anatomía del profesor Morujo y fue un acierto que amistades como la nuestra se consolidaran durante el tiempo que fue posible, como si de toda la vida se hubiese desarrollado. Un saludo cariñoso y fraternal, alcalde y amigo Azkuna.