1.-El otro día probé a pasar un día sin hacer nada y me pareció tristísimo. Conozco gente que no ha dado golpe en su vida, en cuyas lápidas, en la hora del óbito, debería rezar: "Aquí sigue descansando Fulanito de Tal". Y viven felices, no me explico cómo. Yo podría dar algunos nombres de personajes que no han disparado chícharo a lo largo de su existencia, en todos los ramos. Muchos de ellos acaban de visita en los medios de comunicación e, incluso, acceden a los programas de televisión. Yo recuerdo, cuando trabajaba en "La Tarde", que allí iban a parar, a seguir sin hacer nada, todos los vagos de Santa Cruz. Es posible que el gandulismo esté pegado como una lapa a esta malhadada profesión; conozco periodistas muy trabajadores y otros redomados gandules que han subsistido durante siglos viviendo del cuento. Es más, algunos son compulsivos adictos al dolce far niente. Joder, estoy deseando dar los nombres; no sé cómo me contengo.

El gandulismo acompaña al varón ocioso durante toda su existencia. Y cuando llega a adquirir la categoría de jubileta se le ensancha la cara, tomando forma de chéster, de sillón dormitero. El gandul se desploma; se echa, no se sienta. Y estira los pies en cuanto llega a casa porque lleva desde por la mañana entabletado en otro banco: el de la plaza. Y eso agota. A éste le negaría yo el subsidio, o como se llame, y le daba un pico y una piedra grande y dura para que la troceara en piezas pequeñas, como cubitos de hielo. El jubileta gandul es mucho más patético que el jubileta a secas; ni siquiera va a comprar el pan porque le duelen los callos que se le han formado de estar parado toda la vida.

Así que mi experiencia de pasar un día sin hacer nada no fue buena. A mediodía me entró un cargo de conciencia terrible y enseguida llamé a la editorial para proponerles un nuevo libro. Y aceptaron. O sea, que me he echado trabajo encima para no parecer uno de esos, de los del banco de la plaza. No hay nada más entretenido que una ocupación, aunque sea la de ir a buscar al nieto al colegio. Cualquier cosa. Todo menos el ocio por el ocio, tras una vida igualmente ociosa. Entonces, la triste vida del jubileta se ensombrece aún más, aunque debo decir que los gandules nunca mueren. Debe ser que eso de no trabajar está aliado con la longevidad.

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