Una vez, mientras lo entrevistaba para un programa de televisión, le pregunté a Antonio Martinón si era consciente de que su actitud, a menudo seca con sus interlocutores, ocasiona que muchos lo consideren una persona antipática. Él, naturalmente, no estaba de acuerdo con que fuese desapacible en las relaciones con sus semejantes, aunque afirmó rotundo que no le reía las gracias a nadie. Tal vez por su carácter de hombre serio, en absoluto dado a comulgar con ruedas de molino, durante los últimos años se ha apartado de la política para centrarse en la niversidad. Concretamente, en la Facultad de Matemáticas, de la que es decano desde noviembre de 2010. na pérdida para el PSOE porque este partido, como todos, necesita no sólo personas con capacidad de gestión sino también honestas, pero un beneficio añadido para el mundo académico al que Martinón se dedica actualmente en cuerpo y alma.

na tarea nada fácil la suya, o cuando menos ingrata, porque como decano de Matemáticas le ha correspondido ser de alguna forma el liquidador de una Facultad que hoy celebrará su día anual; posiblemente el último que se convoque como tal, pues ya está en marcha el proceso de reestructuración que reducirá las 16 facultades existentes en la LL a sólo siete. n acto el de este viernes cuyo objetivo principal es homenajear a tres profesores que se jubilan: Ángel Montesdeoca, Gaspar Miquel Morales e Inés María Plasencia Cruz.

Anunciaron en su día desde el Rectorado de La Laguna que dejando esta niversidad con solo siete macrofacultades y dos escuelas de ingeniería se podrán ahorrar entre 400.000 y 500.000 euros anuales al disminuir cargos directivos. Es una cantidad importante, desde luego, aunque no sé si lo suficiente para justificar el embrollo que conlleva el cambio. Al menos no se reducirá, eso también lo asegura el equipo del actual rector, el número de titulaciones ofertadas a los alumnos.

Si es por salvar medio millón de euros en un presupuesto harto menguado, de acuerdo. Preocupa un poco más que se hable igualmente de reducir el número de departamentos aunque el objetivo continúe siendo no despedir personal. Ya veremos en qué acaba esto porque lo penoso, se mire como se mire, es que se meta la tijera en las universidades, en los centros de enseñanza en general y en los de investigación en particular. Lo que se está recortando es el futuro. Comprendo que a una tribu primitiva, en la noche de los tiempos, resultase difícil explicarle la conveniencia de arar la tierra para luego sembrarla y esperar el momento de la recolección, esencialmente porque nuestros ancestros tenían que buscar alimento inmediato si no querían morir de inanición. La premura del presente les nublaba la idea de trabajar para el futuro. Sin embargo, se supone que tras milenios de evolución ya no somos una tribu primitiva. Si seguimos abandonando el campo de la educación y la investigación porque nos urge seguir manteniendo una Administración y una clase política desmesurada tal vez tengamos un poco de pan para hoy -aunque lo dudo-, pero pasaremos mucha hambre el día de mañana.

Por lo demás, me pregunto qué pensaría Nacere Hayek, un hombre que dedicó su vida a la Facultad de Matemáticas fundada por él con tanta ilusión y esfuerzo, en un día como el de hoy, cuando este centro entona su canto del cisne.

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