Nuestra imagen forma parte de nosotros, es el primer mensaje que mandamos al exterior, es un hecho indisoluble. Una presencia impecable es siempre una buena tarjeta de visita, eso es igualmente algo indiscutible.

De coincidirse conmigo en estas afirmaciones lo más probable es que se haga también en el hecho de que se puede tener ropa cara, un cochazo y mucha labia, y muy de lejos estaríamos acercándonos a los requisitos indispensables para ser un caballero. Un caballero canario.

Antaño, en el tiempo de mis abuelos, bañados por el clima sereno de las islas afortunadas, se respiraba clase, sencillez y gracia. Unas islas llenas de estímulos visuales, cultura popular, una gastronomía sublime, personas y personalidades. Entre ellas, caballeros de esos que venían para quedarse, estudiosos de nuestra cultura, navegantes de nuestros mares, descubridores de lo nuevo y conservadores de las tradiciones. Un caballero canario se guiaba por sus propios principios morales respetando al prójimo, donde una mezcolanza de sentimiento autóctonos y sencillez eran un campo de cultivo para la elegancia, una clase intemporal.

A día de hoy tristemente pocos quedan hechos de esa madera. A pocos hombres de a pie les importa el gustarse y gustarle a los demás. Ha quedado atrás la exigencia de los buenos ademanes de la educación sana y el gusto por la ética y el saber. Hemos traspasado la línea.

Pero algo es cierto, y es que no todo esta perdido, y el ejemplo lo vemos en la Odisea, donde sí fue posible encontrar el camino de regreso.

Un caballero canario evoluciona con sus islas, camina con la cabeza alta y pisa fuerte con el tacón pero sin un atisbo de soberbia. Ese gran enemigo de la buena presencia.

Mi intención al escribir es presentar la realidad desde otro punto de vista, presentar la etiqueta desde la novedad de lo antiguo, tan indicado para aquel joven que se empieza a enfrentar al mundo como para ese don entrado ya en años y cuyas canas hablan más que él de su propia experiencia.

También salpicaran mis letras las recetas de pautas y protocolos añejos, que harán recordar el agrado de practicar las buenas formas. Siendo condición indispensable tener la mente abierta y los pies en la tierra.

Los lectores asiduos a la ética del respeto encontraran una panacea de donde absorber conocimientos que harán mejorar en gran medida su carácter. Estas máximas no distinguen de sexos ni de edades, son preceptos que se podrán aplicar en todos los entornos, ambientes, situaciones y lugares. El requisito indispensable de todo neófito de las buenas maneras será la voluntad por aprender y mejorar. Debiéndose siempre al respeto y a la cordialidad.

Me gustará poner de manifiesto las distintas ramas en las que un caballero se presta en sociedad, abarcando desde el arte de ser un excelente anfitrión a las claves de una conversación mesurada, pautas en la mesa, los saludos y las despedidas, leves guías de estilo, un dossier de cultura general y demás aspectos conmemorativos del saber estar.

El caballero canario ha vuelto y lo ha hecho para no marcharse. Y es que Canarias, ahora mas que nunca, necesita de sus caballeros.