ACS, la constructora que preside Florentino Pérez para no perdernos demasiado, concluyó en Canadá el pasado 21 de diciembre una autopista -la South Perimeter Road- que cruza el sur de Vancouver con un recorrido de 40 kilómetros. La obra la adjudicaron las autoridades de la Columbia Británica en mayo de 2010 por un importe de 863 millones de euros. Una vez terminada, CS gestionará dicha vía durante 20 años. Los trabajos se han realizado a plena satisfacción de los licitadores. Especialmente en lo que se refiere al plazo de ejecución, considerando que la constructora acabó los trabajos seis meses antes de lo previsto. Ningún desacuerdo, ningún sobrecoste, ningún incumplimiento. Y de Canadá, a Panamá.

El Grupo Unidos por el Canal, pool de empresas encabezado por la española Sacyr que construyen la ampliación del famoso canal, estima en 1.200 millones de euros el sobrecoste de unas obras que difícilmente estarán listas para su inauguración en 2015; el año en el que los políticos quieren hacerse la foto cortando la cinta. El cálculo de los añadidos al presupuesto realizado por el grupo de empresas no ha sido caprichoso ya que, según sus directivos, se deriva de informaciones erróneas en el pliego de condiciones. Datos falsos sobre la profundidad de la zona en la que se ha de construir una presa provisional para dejar en seco la entrada al nuevo juego de esclusas, materiales deficientes para la obtención de áridos -con la consiguiente necesidad de modificar unas plantas de machaqueo ya construidas- y especificaciones del hormigón medidas no en el momento habitual (un año después de que comience a fraguar) sino en un plazo inferior, sin que este requisito tampoco figurase en las condiciones establecidas al contratar la obra. Cabe suponer que los canadienses sí facilitaron todos los datos -no mintieron, digámoslo claramente- cuando le adjudicaron la autopista de Vancouver a la empresa de Florentino. Por eso CS acabó antes de lo previsto y sin problemas. Esta es la diferencia entre un país serio y una república bananera. Eso sí, como el victimismo indigenista proporciona muchos réditos, incluso políticos, a quienes lo practican, al presidente de la utoridad del Canal de Panamá, un señor llamado Jorge y apellidado Quijano, alto, de ojos claros y un aspecto de caucasiano apreciable desde medio kilómetro, le ha faltado tiempo para decir que estas empresas los están tratando como a los nativos de hace 500 años, cuando el descubrimiento, la conquista, el genocidio y el resto de la letanía habitual.

Los gringos, a quienes los listos de estos alrededores siguen considerando tontos pese a que llegaron a la Luna hará dentro de poco medio siglo, descubrieron en su momento que esa doctrina de mérica para los americanos está bien en términos políticos. La economía es otra cosa. El crack sufrido el viernes por la bolsa española a cuenta de las imbecilidades de una presidenta argentina tan populista como desastrosa en su gestión -expropiar, o directamente robar, lo sabe hacer cualquiera- podría ser una advertencia para ir saliendo de un territorio que las grandes empresas anglosajonas abandonaron hace tiempo y al que ahora sólo van, cuando lo hacen, con muchos blindajes. unque no parece que estemos preparados para escarmentar en cabeza ajena; ni siquiera en la propia.

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