1- Debe tener Françoise Hollande, presidente francés, un pito de oro, o una labia de campeonato, para haberse llevado al huerto, sin solución de continuidad, a tres mujeres de bandera: Segolène Royal, Valerie Trierweiler y a una actriz sociata que le admiraba, Juliet Gayet. Y quien lo ve así, bajito, feúcho y gafotas, pensaría que Hollande no se comía una rosca. Menudo folladorcín el cabroncete. Hollande es ese tipo de tío que puede pasar por un probo chupatintas municipal, un suponer, o como el sochantre de Notre Dame, pero nunca como un individuo sexualmente tan activo y glamuroso, capaz de levantarse a mujeres con tanta personalidad como las mentadas. Una revista francesa, "Closer", descubrió el nidito de amor de Gayet y Hollande, en un edificio al parecer controlado por los separatistas corsos, en París. Joder, en la boca del lobo. Y anteayer anunció que daba por finalizada su relación con Trierweiler, que se ha ido a la India a coger resuello. Hollande, más práctico, viajó a Roma, a pedirle perdón al papa argentino, que lo ha absuelto levemente porque los jefes de Estado sólo cometen pecados veniales.

2.- Mientras Hollande se solaza con Gayet en el edificio de los corsos, pasados los Pirineos, la piel de toro y el océano, de regreso aquí, me llama una señora para invitarme a almorzar. Es una jubileta que vive en el Puerto de la Cruz. Y me dice: "Quiero celebrar con usted el aumento de mi pensión". "¿Y cuánto le han aumentado a usted la pensión, señora?, pregunto, muy intrigado. "Pues un euro con setenta y cinco céntimos, don Andrés". Es decir, que ni para el cortado. Qué país de mierda tenemos. Un país que abusa de los más débiles mientras los banqueros como Blesa le roban a los jubilados y a los pensionistas, que vienen a ser lo mismo; o casi.

3.- Una vez superados los dolores de estómago que me han tenido postrado, me voy a tomar la vida con más calma. Estoy leyendo el libro de los grafiteros, de Arturo Pérez-Reverte. Lo compré por Navidad, pero lo paré en las primeras páginas porque yo le tengo declarada la guerra a estos personajes. Tengo en cola a "Casablanca la bella", de Fernando Vallejo, que dice así de la televisión que se hace en España: "Cayó en manos de preguntones y hablamierdas; a los preguntones les dicen "entrevistadores" y a los hablamierdas, "analistas". Genial.

achaves@radioranilla.com