Las protestas callejeras están de moda; incluso las violentas. as que se llevan por delante con la misma facilidad mobiliario urbano o lunas de establecimientos, mejor si son sucursales de bancos. Después de los altercados de Burgos, una comisión de vecinos -¿o era un piquete informativo?- recorrió una por una las oficinas bancarias afectadas para pedirles -o exigirles; el verbo exigir lleva mucho tiempo muy de moda- a sus responsables que retiren las denuncias y no emprendan nuevas acciones contra los denunciados por vandalismo.

Quizá por lo siempre dicho de que prevenir es mejor que curar, la Delegación del Gobierno en Canarias ha decidido blindar la visita que hará mañana a la adelantada ciudad de a aguna el ministro Wert. Tener que desplegar tres centenares de policías para que el máximo responsable de la Educación de un país pueda reinaugurar una catedral no es que diga poco de la formación cívica que ha adquirido tal país; lo dice todo. Salvando la seguridad de las personas, pues evitar las agresiones físicas es un deber incuestionable de cualquier autoridad, yo le dejaría hacer de las suyas a los revoltosos de siempre. A fin de cuentas, los daños materiales son subsanables. Cuesta dinero arreglar los desperfectos, por supuesto, pero no son eternos -ni irreversibles- los problemas que se pueden arreglar tirando de la cartera. Y mucho menos si se trata de fondos del erario.

El beneficio de darle rienda suelta a los de siempre sería la foto -o el vídeo; unas imágenes más, ya sean fijas o animadas- de lo que se ha instaurado en este país como la sublime forma popular de ejercitar los derechos políticos. O democráticos. Esquema venido a más en el que poco importan las reglas establecidas. Por ejemplo, que los llamados a gobernar por decisión de las urnas, ya sea en el ámbito municipal, en el insular, en el autonómico o en el nacional, lo son para una legislatura que dura cuatro años. ¿Qué pasaría si treinta minutos después de iniciado un partido de fútbol una parte del público se lanzase al campo con los pies por delante? ¿Absurdo? Pues, sí; pero eso es lo que está sucediendo en las calles de este país. Una sociedad cada vez más enloquecida en la cual unas obras que no gustan a unos pocos sirven de pretexto a otros más para salir con una bandera republicana -o una pancarta contra los recortes en energías renovables- en otras ciudades a centenares de kilómetros. Reivindicaciones que una a una, cada cual en su contexto, pueden ser legítimas y de hecho lo son, pero mezcladas de mala manera conducen a un caos, a un perpetuo río revuelto en el que nadie puede pescar con ventaja porque es imposible sacar provecho de las agitaciones sin más sustento que la batahola colectiva y perpetua.

¿Tiene algo que ver el final de unas obras que se han retrasado demasiado con la reforma del sistema educativo? Sí: la baladí circunstancia de que en ambos asuntos ha intervenido el Ministerio a cargo del señor Wert. Esa es la única absurda razón para que mañana no sea aconsejable ir a a aguna, salvo que a uno le resulte absolutamente imprescindible. o dicho: de locos.

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