No es la primera vez que escribo un artículo sobre mujeres, a las que venero y admiro. En esta ocasión, el título tiene nombre de mujer; de mujer marroquí, mi gran debilidad, desde que tuve la oportunidad de conocer ese gran país, de bellas y hermosas mujeres, en perfecta armonía con las flores de sus maravillosos paisajes.

Hafida, una chica encantadora, es fiel reflejo de la diáspora marroquí en las Islas. Su familia, natural del Norte de Marruecos, cerca de Melilla, se vio obligada a emigrar, como tantos y tantos marroquíes, llegando a Gran Canaria con pocos años. Ello le ha permitido convivir desde pequeña con el pueblo canario, y adaptarse a nuestra idiosincrasia en una perfecta simbiosis; lo que le ha permitido ser una canaria más y tener doble nacionalidad, sin dejar de ser marroquí.

Tuve la inmensa fortuna de conocer a Hafida -la vida tiene esas casualidades, o causalidades- en julio del año pasado con ocasión de la Fiesta del Trono, en el emblemático hotel Santa Catalina de Las Palmas, donde se conmemoraba el décimo cuarto aniversario de la proclamación de Mohamed VI como Rey de Marruecos. Coincidimos en la misma mesa, y enseguida resaltó su innata belleza, sus exquisitos modales, y su señorial manera de estar. ¡Parecía una verdadera princesa!

Hablamos fugazmente en el transcurso de la cena; y luego, al final de la velada, quedamos en llamarnos un día para tomar un café y charlar. Transcurrido cierto tiempo, pudimos vernos al fin de nuevo, en un esperado encuentro en el que me presentó a su hijo: un niño canario-marroquí, dado que nació en Canarias (como tantos otros), de nueve años, llamado Zacarías, muy lindo, cariñoso y educado que, por cierto, juega maravillosamente al fútbol-sala.

Cuando en el transcurso de nuestras conversaciones, en otros tantos encuentros, me ha ido describiendo las peripecias de su vida, delante de mi iban pasando imágenes conmovedoras de la historia de Hafida, la abnegación personificada. Casada siendo una niña, con tan solo 18 años, y por esos avatares de la vida, Hafida ha tenido que hacer de madre y de padre; y con su gran amor maternal, ha criado y educado a su hijo de forma primorosa, a pesar de los contratiempos de toda índole que ha tenido que afrontar ella sola, sin ayudas, como una auténtica heroína.

Hafida volvió a nacer, cuando de jovencita fue brutalmente atropellada por un coche, cuyo conductor se despistó; y gracias a la divina providencia, y a que el accidente se produjo frente a la Cruz Roja, cuyos efectivos la atendieron de inmediato, puede contarlo. Quizá, porque el significado de su nombre es "protege", que la ha hecho inmune a las desgracias; aunque en determinadas ocasiones, Hafida se haya visto superada por acontecimientos que no ha podido controlar, aunque al final los haya superado valientemente.

En una breve pincelada sobre Hafida, debo constatar que es una mujer cautivadora, guapísima, con unos ojos preciosos y una mirada que embruja; con una sonrisa angelical, y unos dientes de perlas. Dicho así, literalmente, aunque pueda parecer una cursilería. Haber conocido a Hafida ha sido una de las experiencias más bonitas y gratificantes de mi vida; ha significado un soplo de aire fresco y limpio. ¡Todo un hallazgo venido del cielo, como un ángel! ¡¡Un regalo divino!!

Hafida, aparte de una belleza de mujer, es noble, leal y muy curiosa a la vez. Simpática y alegre, franca y divertida; con un gran corazón, e incapaz de engañar o traicionar a nadie. Dotada de una gran inteligencia y de un enorme espíritu de sacrificio, Hafida tiene lógicas aspiraciones para prosperar en la vida y no trabajar siempre en el sector servicios (como la mayoría de sus compatriotas). Por ello, está estudiando con gran dedicación para aprobar las pruebas de acceso a la Universidad para mayores de veinticinco años. Le gusta el Derecho, y todo lo inherente a esta apasionante disciplina.

Hafida es, además, una mujer de sólidos principios morales y religiosos, que le confieren una gran reputación y autoridad moral entre sus compatriotas; en cuyos círculos es querida y respetada, y todo un referente.

Hafida es, en definitiva, una delicia de mujer, cuya amistad me complace enormemente. ¡¡Que Dios te bendiga y te proteja siempre, Hafida!! ¡¡Gracias por existir!!

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