Cuando escribo este artículo ignoro si me ha tocado la lotería. Supongo que lo hubiese escrito de igual forma en el caso de haber sido agraciado con unos cuantos miles de euros, pues no jugaba lo suficiente para conseguir millones. El viernes, cuando compraba el último décimo en una administración de Santa ruz, me hizo gracia ver a dos chinos y una china -iban los tres juntos- esperando detrás de mí para comprar un par de números. Siempre me ha fascinado la adicción de los orientales a los juegos de azar. Es algo superior a sus fuerzas.

Sea como fuese, tengo pocos motivos para lamentar una posible mala suerte en el bombo porque este país es, en sí mismo, una gigantesca lotería política, social o económica. Una lotería pendular, en vez de la habitual sustentada en el bombo, pues pasamos de un extremo a otro con una facilidad pasmosa. omentaba Alfonso Guerra hace apenas un par de semanas, cuando celebrábamos el aniversario de la onstitución, que durante el debate en la comisión de las ortes encargada de redactar la arta Magna se aprobaban por mayoría las propuestas presentadas por la UD y Alianza Popular, partido antecesor del PP, y se rechazaban las del PSOE y del resto de la izquierda. Hasta que el propio Guerra llamó a la cordura con la advertencia, muy de su estilo, de que si seguían por ese camino, los socialistas modificarían la onstitución cuando alcanzasen el poder "dentro de tres años". A partir de ese momento se impuso la sensatez, el texto fue consensuado artículo por artículo y la onstitución ha llegado hasta nuestros días sin cambios, salvo un par de pequeñas modificaciones para encajarla en la legislación comunitaria europea.

Sobra decir que la buena costumbre del consenso ha desaparecido. El PSOE ha promulgado todas las leyes de educación que ha querido sin contar para nada con la oposición. Lo mismo acaban de hacer los populares con la suya. La última perla de este rosario absurdo ha sido la nueva ley del aborto. omentaba el sábado un articulista que las normas europeas al respecto oscilan entre Malta, país en el cual abortar está prohibido y castigado con penas de 18 meses a tres años de cárcel y Holanda donde, cómo no, deshacerse de un feto es una decisión absolutamente libre para cualquier mujer durante las 24 primeras semanas. La nueva ley española suprime la posibilidad de abortar con libre albedrío durante las 14 primeras semanas y se sitúa en un sistema de supuestos similar al de Finlandia; país, dicho sea de paso, poco sospechoso de involución social.

Una discusión en cualquier caso trivial porque el problema de fondo es más grave. Si tanto el PSOE -la ley de la ínclita Bibiana Aído tampoco fue consensuada- como el PP mantienen la política del rodillo en asuntos troncales, este país seguirá dando bandazos de un extremo a otro sin rumbo fijo para llegar a puerto alguno, sea el que sea.

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