En Alemania hay muchos bosques literalmente muertos. Los arrasó hace tiempo la lluvia ácida provocada por la potentísima industria de ese país. Masas de árboles hasta cierto punto frondosas, porque el clima ayuda, pero con una fauna muy menguada o extinta por completo. Premisas que reducen a la categoría de sarcasmo el que sean ahora varios periódicos teutones los que arremetan contra las prospecciones autorizadas a 60 kilómetros de Fuerteventura. Contra los sondeos españoles pero no contra los marroquíes. Un detalle en absoluto baladí y perfectamente explicable.

Durante los años de las "vacas gordas" Alemania inundó con sus productos los países mediterráneos, spaña entre ellos. No es que los portugueses, los españoles, los griegos y hasta los italianos del sur se hubiesen convertido en nuevos ricos de la noche a la mañana, hasta el punto de que por estos alrededores ya no había forma de encontrar un mago sin un Mercedes ni a un belillo sin un BMW, muchas veces rematriculados. s que hasta los televisores se tiraban a la basura sin que dejasen de funcionar para comprar otros de plasma con tales y cuales prestaciones. Un mocoso de 14 años iba por la vida con un celular multifunciones que no necesitaban ni los operadores simultáneos en la bolsa de Nueva York, la de Chicago y la de Tokío. Una locura del despilfarro avalada por los créditos fáciles que llegaban fundamentalmente de Alemania y Francia. Así nos entrampamos hasta un límite pavoroso. Sumando los números rojos de las administraciones públicas, las empresas privadas y los particulares, en octubre de este año debíamos 3,3 billones de euros. Nada menos que el 322,5% del PIB. Ahora es un poco más porque la situación, lejos de mejorar, empeora cada día.

Un dinero que nos reclaman los teutones y también los demás prestamistas, como es lógico, pero sobre todo los teutones porque lo necesitan para seguir produciendo bienes que ya no nos pueden vender a nosotros, sino a países emergentes como la India, China o Brasil, aunque no sólo estos. Primera clase del primer día en una facultad de conomía: hay que producir a menor precio del que se vende. Por eso necesita Alemania dos cosas. La primera, mano de obra barata. Algo así como un millón de trabajadores del sur atrasado y gandul que cobren poco por montar en las fábricas los coches que diseñan sus ingenieros. Lo segundo, que no haya competencia en esos países paritorios de operarios baratos. Hace unos días se cerró una acería alemana en Valencia. Cincuenta trabajadores se han trasladado a Alemania para continuar como empleados de la misma empresa con los sueldos que cobraban en spaña. Y nos alarmamos porque en la dad Media a los siervos de la gleba los vendían conjuntamente con la tierra.

l Gobierno, los empresarios e incluso los sindicatos alemanes defienden sus intereses. Lo grotesco es que algunos apostillen su lucha antipetrolera con una maniobra más -una de tantas- para seguir desmantelando industrialmente a spaña, de forma que sólo sea un país de camareros, taxistas o similares. Además, baratos. Qué pena.

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