Considera el presidente de la onfederación anaria de Empresarios, un señor llamado Agustín Manrique de Lara, que Repsol podría contar con una base logística para sus prospecciones compartida entre Las Palmas (de Gran anaria, claro), Lanzarote y Fuerteventura. Se ha dicho durante las últimas semanas que el puerto de los Mármoles, en Arrecife de Lanzarote, así como las instalaciones del Puerto del Rosario, en Fuerteventura, son insuficientes a día de hoy. Por lo tanto sería el Puerto de la Luz y de Las Palmas (de Gran anaria) el gran beneficiado con el negocio. Por eso los empresarios de esa ciudad -aunque ellos no se limitan a ser solo de Las Palmas, sino de toda anarias que es lo que les corresponde porque para algo están en la capitá- se han dirigido a Repsol con tan sugerente sugerencia.

¿Y Tenerife?, me pregunto a renglón seguido. A Tenerife que le den. Bueno, no tanto; no hace falta que nos pongamos malcriados con las expresiones porque a esta Isla también puede corresponderle algo de la pedrea. No en vano el propio Manrique de Lara está convencido de que Tenerife tendrá "alguna actividad de base logística". Falta por ver cuál.

En este punto siempre es fácil caer en la demagogia y hablar de la voracidad de los empresarios canariones, pero sería un discurso embustero. Tanto los empresarios como los políticos de la "isla hermana" hacen cuanto está en sus manos por fomentar lo propio. Y lo hacen sin pudor porque consideran que es lo normal, como realmente lo es. "Qué bonita está la playa", le oí decir una noche frente a Las anteras a una colega que en ese momento contemplaba una extensión de arena ciertamente interesante, no lo niego, pero no la mejor que cualquiera puede apreciar por esos mundos de Dios -o de Alá- a poco que salga de estas aguas territoriales. Lo que me grabó la escena en la memoria fue la forma en que lo dijo: lo estaba sintiendo en el alma. Para decir lo mismo de Las Teresitas tendríamos que dar por bonito el reguero de condones usados, meadas y algo peor que preservativos y olores a amoniaco rancio que me encuentro en el aparcamiento cada vez que voy por allí. Eso por no hablar de los socavones del paseo sobre uno de los rompeolas o la carretera que lleva cerrada, igualmente, no sé cuánto tiempo. Del asunto portuario, incluido el puerto de Granadilla, o del cierre del anillo de autopistas, o de la segunda pista del aeropuerto del Sur, prefiero no hablar para no mortificarme todavía más.

Aunque se trata de una aflicción voluntaria. Parafraseando a Suárez, puedo consolarme y me consuelo con la certeza de que aquí al menos tenemos ecologistas y un partido muy meritorio que se llama Sí se puede -o algo así-, capaces de poner coto a tanto desmán urbanístico. Un ecologismo selectivo, naturalmente, que no toca las casas al mejor estilo "bloque visto" con las que el belillo se ha cargado precisamente lo mejor que tiene Tenerife, sus medianías, porque eso no da votos. Qué se le va a hacer.

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