1.- Se ha cabreado mi entrañable amigo el pintor. Dice que yo no le he tratado con respeto, a cuenta del cuadro que le hizo a , presidente del cabildo tinerfeño. Y me imagino que se habrá cabreado , a cuenta de la tomadura de pelo de mi artículo de ayer. Como ya soy mayor podría mandarlos a los dos a tomar viento. Pero no me gustaría molestar a mi amigo el pintor, uno de los mejores retratistas que conozco y al que tengo en gran estima. Si no fuera así no le hubiera escrito innumerables páginas favorables, cubiertas de elogios merecidos hacia su persona. Yo sé que los que enarbolan un pincel también blanden susceptibilidades. Que el mundo del arte es muy cabrón, donde privan los navajazos. Así que tranquilizaré mi negra conciencia con mi amigo José Carlos Gracia diciéndole que el artículo de ayer estaba escrito en clave de ja. Ni más ni menos. Yo soy un coñón, ya me conocen, y me gusta el vacilón; me río de mí mismo, ¿cómo no voy a reírme de los demás?

2.-Hombre, a los artistas -y más a los artistas del retrato- unas veces les salen bien las jetas de los retratados y otras no. Si les digo la verdad, a mí el cuadro de no me gustó; parecía otro. Pero estoy seguro de que José Carlos Gracia, con esa humildad tan grande que tiene, le hará uno nuevo. Y que las aguas volverán a su cauce. Una vez le dije a José Carlos que había pintado a mi tatarabuelo con cara de perro. Pero es que el pobre hombre, que fue alcalde del Puerto de la Cruz, tenía cara de pit-bull. Qué quieren que les diga. En esto del retrato hay mucha mala leche, pues cuando al pintor se le ablanda el corazón y te favorece, pincha; y cuando te pinta tal como eres, pues sales feo, qué coño.

3.- José Carlos Gracia es un gran pintor y un excelente retratista. Lo acredita su propia trayectoria. Y este no es un artículo de rectificación, sino aclaratorio; igual que los tribunales aclaran -cuando les sale del nabo- sus sentencias. Él me llamó, un poco dolido, por el vacilón que me metí con el retrato de . Menos mal que no dije, como leí en un portal del Norte, que en el cuadro el presidente se parecía a Chuck Norris; se habrían cabreado los dos mucho más. En fin, que un borrón, un mal día, lo tiene cualquiera. Incluso yo, que no debería tenerlo porque mi primera obligación de todos los días es que ustedes se partan de risa con lo que a mí se me ocurra. Porque, no lo duden, este artículo es, cada mañana, un chiste. Un chiste malo. No me explico cómo lo publican.

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