Si una patrullera de la Armada española disparase contra dos ciudadanos marroquíes mientras van en una barca cerca de Melilla -o de Ceuta, o de cualquier otra localidad porque el lugar es lo de menos-, la batahola organizada por extraños y propios se oiría hasta en la neoyorkina sede de la ONU. Sin balas ni nada acusó allí mismo -no hace mucho- Picardo al Gobierno español de abrir fuego sobre inocentes gibraltareños. Huelga decir que si, además de ser tiroteados, los ciudadanos marroquíes hubiesen muerto, a esta ahora el Ejecutivo español al completo estaría sentado en el banquillo del Tribunal Europeo de Derechos Humanos; esa institución tan garante de la libertad de asesinos, violadores y otra fauna presidiaria.

Dos jóvenes españoles de 20 y 23 años, ambos residentes en Melilla, fueron abatidos a tiros por la Marina Real marroquí en la madrugada del 27 de octubre. Los valientes soldados de su majestad Mohamed VI -monarca a quien Paulino Rivero ha tenido el honor de besarle la mano, al igual que hacen las tribus magrebíes en señal de sumisión- dijeron que los fallecidos primero intentaron huir y luego arremeter contra ellos. Maniobra esta última un tanto dudosa considerando que los acribillados iban en una zodiac neumática; una embarcación poco contundente frente a una patrullera con casco de acero y dimensiones mucho mayores. La versión de los amenazados marroquíes añade que los abatidos eran narcotraficantes. En la zodiac, sin embargo, no había ni drogas ni nada que incriminase como delincuentes a sus ocupantes. Según sus familiares, habían salido a pescar.

A los fallecidos los enterraron en el cementerio musulmán de Melilla el pasado jueves. El acto fue multitudinario -pertenecían a familias muy conocidas- y contó con la asistencia del presidente de esa ciudad autónoma. Imbroda, del PP, calificó lo sucedido como un asesinato brutal y le pidió al Gobierno de Madrid que exija una investigación para aclarar lo sucedido. Podría enviar Rajoy a Zapatero acompañado por su ínclito Moratinos, aunque vista y constatada su devoción como besamanos del comendador de los creyentes Rivero también sería un buen candidato. (Rivero con chilaba pasa por moro genuino). ¿Los helicópteros pueden volar hasta Rabat de un tirón? Bueno, si hace falta se reposta por el camino y asunto resuelto.

¿Qué hubiera sucedido, igualmente, si en vez de los Mozos de Escuadra hubiesen sido agentes de la Guardia Civil o de la Policía Nacional los autores de una paliza a un empresario que murió después por contusiones en el cráneo? Hubiese sucedido que los intervinientes estarían apartados del servicio hasta que se aclare lo ocurrido. Eso en el ámbito interno; en la calle estarían ardiendo los contenedores de basura y saltando en pedazos las cristaleras de los comercios. Nada más cerca ni más lejos del despropósito, Ramón Espadaler, consejero del Interior de la cosa catalana, ha dicho que los mozos acusados de maltratar al fallecido continuarán en sus puestos, pues una acusación "tan trascendente debe sustentarse en algo más creíble que las imágenes". Se refiere a los vídeos que grabaron algunos vecinos y que luego la policía de la butifarra intentó decomisar, evidentemente sin mucho éxito.

Supongo que en ambos casos sobra cualquier comentario adicional.

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