No me explico a cuenta de qué tanto revuelo porque a una diputada del Parlamento regional llamada uria Herrera, militante del nacionalismo vernáculo en las filas de CC, la hayan sorprendido durante un pleno ocupada con las tareas escolares de su hijo. Lo que haga esta señoría tiene el mismo efecto práctico sobre los muchos problemas de estas Islas que lo que hagan o dejen de hacer sus compañeros (y compañeras) diputados (y diputadas): ninguno. La función del Parlamento de Canarias, al igual que el cometido de las otras dieciséis cámaras legislativas autonómicas, es proporcionarle a un puñado de políticos la ilusión de sentarse en un escaño.

Antes los niños querían ser pilotos de avión, astronautas o bomberos. Hoy sueñan con ser parlamentarios. Bomberos también, claro, habida cuenta de que no se requiere para ello mucho esfuerzo intelectual (tan solo un poco de gimnasio, aunque con el beneficio añadido de que luego es más fácil ligar con la fibra desarrollada), solo se trabaja un día de cada tres -o algo así- y el sueldo no suele estar mal. o llega a los 2.700 euros netos mensuales de las señorías del Parlamento, pero tampoco va uno de autónomo.

Sentado este axioma, y no encuentro otro porque en realidad no lo hay, coincidirán ustedes conmigo en cuan baladí resulta que la nacionalista Herrera corrija la tarea de inglés de su hijo durante un pleno, rellene crucigramas o vea una película, no necesariamente documental, en un teléfono de última generación o en una de esas tabletas igualmente tan de moda. Lo mismo cabe decir sobre todas las demás "señorías". inguna de ellas, ni de ellos, dejará de cobrar los ya mencionados emolumentos, desvelados hace unos meses por Cristina Tavío en un programa de televisión que tengo el privilegio de dirigir y presentar. Desconozco si desde entonces se ha actualizado convenientemente dicho guarismo salarial, pues suele ser costumbre de este Parlamento ponerse de acuerdo solo en dos asuntos: la subida de retribuciones y la reprobación del único periódico que tuvo el atrevimiento de criticarla.

Por ahí, nada con entidad suficiente para poner el grito en el cielo. Lo que me llama la atención es enterarme de que una señora, diputada o no, le haga las tareas de clase a su hijo. Tenía entendido que los trabajos para casa son un asunto personal destinado a que el alumno asimile mejor los conocimientos que se le imparten. ¿A cuenta de qué ha de hacerle el trabajo, su madre, su padre o un tío que pasaba cerca de su casa y subió a tomar café? i siquiera corregirlos, como ha dicho la diputada Herrera, pues cabe suponer igualmente que esa tarea le corresponde al profesor. En caso contrario no estaría evaluando el progreso de su discípulo sino los conocimientos de sus padres.

Sin ánimo de particularizar pues sería injusto zaherir a alguien por una mala práctica generalizada, empiezo a entender la falta de base de los alumnos que llegan a la enseñanza superior y también, naturalmente, por qué siempre quedamos tan mal en todos los informes internacionales sobre sistemas educativos.

rpeyt@yahoo.es