1.- Qué país más raro, ¿no? Un país en el que etarras y violadores confesos, asesinos en serie y otros golfos se pasean por los parques, quizá acechando a nuevas víctimas, porque los ha soltado la justicia de Estrasburgo. Qué sentido más raro de la justicia, construida por los gobiernos (da igual el color), en este caso para poder negociar el final de la violencia con quien ha matado sin piedad a víctimas inocentes. A los violentos hay que rendirlos con toda la fuerza del estado de derecho; a los asesinos y violadores hay que detenerlos y dejar que se pudran en la mazmorra, si es que aquí, en este país, no se puede hablar de la pena de muerte (con la que no se resuelve nada, pues con la muerte digo yo que se acaban los sufrimientos, a no ser que haya otra justicia en el más allá, en la que no creo). Hemos llegado a la degradación social total: asesinos y violadores paseándose por los parques, vacilándose de las familias de las personas que mataron y quién sabe si haciéndoles cortes de manga o una peineta en la esquina. Es terrible que esto ocurra en un país en el que -dicen- impera el estado de derecho.

Será por mi edad provecta, será porque estoy chocho, pero yo ya no entiendo nada. Yo no entiendo que se pueda negociar con asesinos, con la muerte como moneda de cambio, como han estado haciendo algunos políticos españoles, fundamentalmente los socialistas. ¿Cómo se atrevió Zapatero, ese inútil, a negociar con ETA? Ahora pagamos todo eso. Mandamos a un juez socialista a Estrasburgo, a tumbar la doctrina Parot. Esta era la trampa saducea para sacar a los etarras de prisión. Ahí estaba el truco. Están saliendo, uno detrás del otro; y, como cabestros, a su lado, para acompañarlos al corral de sus casas, una legión de violadores, delincuentes comunes, asesinos en serie y perturbados varios. Qué barbaridad.

3.- He hablado algunas veces de mis ganas de mandarme a mudar de aquí, pero da la puta casualidad de que ya no tengo a dónde ir. A mi edad no hay ganas de emprender nuevas aventuras, ni periodísticas ni de ninguna clase. He pagado ya demasiados impuestos y demasiadas cuotas a la Seguridad Social para meterme otra vez en una aventura laboral fuera de este país, que cada vez me parece más asqueroso e inconsistente. Así que, con gran dolor de mi alma, tengo que quedarme. Intentando, sin conseguirlo, vivir tranquilo porque no hay quien lo haga leyendo todos los días lo que yo, y supongo que ustedes, leen en los diarios y escuchan en la radio y ven en la televisión. En fin, que por mucho que yo les cuente mis sufrimientos, ustedes tendrán otros, a lo mejor peores. Como sufrimiento (pongo el puntito frívolo) fue ver arbitrar al amigo del F.C. Barcelona, Undiano Mallenco, para regalarle el partido del sábado a los culés. Espero verlo en la nevera esta semana, como pasó con Muñiz Fernández, pero al revés.

achaves@radioranilla.com