Me gustaría saber cuántos de los muchos que estos días se manifiestan airadamente en las calles contra la Ley Wert se han tomado la molestia de leerla. Igualmente interesante sería conocer el número de quienes, además de esa lectura, la han analizado sin apasionamiento político ni ideas preconcebidas. No menos conveniente resultaría determinar cuántos de los críticos objetivos han dado el paso adicional de presentar propuestas alternativas a los puntos de esta norma que consideran erróneos. Lo otro, la descalificación genérica, la matraquilla de la enseñanza pública como paradigma de calidad y eficiencia, suena a camelo. La enseñanza de un alumno en un centro concertado cuesta la mitad que en uno público. Lo mismo vale para la sanidad. Por supuesto que ha de existir una sanidad pública. ¿Quién ha cuestionado eso? Lo ilógico es la batahola montada, con suspensión judicial cautelar incluida, por el intento de privatizar la gestión de media docena de hospitales en adrid. La gestión, no los hospitales en sí mismos.

El grotesco esperpento en el que se ha convertido España queda cabalmente resumido en una pancarta paseada el jueves por las calles de Santa Cruz durante la manifestación contra la Lomce, que es el nombre oficial de la Ley Wert. "No más recortes. Basta Ya. No a la Lomce. Es un atropello. No a los desahucios. Dación en pago. Sí a la enseñanza y la sanidad pública. No a los recortes en pensiones. Este Gobierno nos masacra. No a la corrupción. Ya está bien". ¿Se le quedó algo en el tintero al autor? Por supuesto que sí. Se le olvidó citar explícitamente el caso Bárcenas, el no a las prospecciones petrolíferas, el sí a las energías renovables, el no al puerto de Granadilla y al cierre del anillo insular, el sí a la promoción de las cabras en el monte y, en definitiva, el no al PP y el sí a la progresía de chola y pantalones de payaso, pues de eso va la cosa. Cuando habla de corrupción el pancartero no se refiere -faltaría más- a los EREs de Andalucía, ni a los cruceros de lujo del secretario general de su sindicato.

Una pena por partida doble. Una lástima porque la enseñanza en España es un desastre -lo dicen todos los informes internacionales habidos y por haber- y porque la Ley Wert, buena, regular o mala, tendrá la misma vigencia que la mayoría absoluta del PP. Sin necesidad de que los populares pierdan las elecciones, apenas necesiten pactar para conservar su mayoría parlamentaria abdicarán de toda su ideología con la misma rapidez con la que Aznar empezó a hablar catalán, aunque en privado. Si Arturo as realmente quisiera aumentar el autogobierno de Cataluña solo tendría que esperar el advenimiento de una aritmética en el Congreso de los Diputados que precisase los votos de CiU. Pero como lo que quiere es la ruptura a toda costa, le urge que las tensiones se precipiten en esta legislatura.

Y así con todo, dicho sea una vez más. Haga lo que haga el PP, siempre habrá alguien en la calle con una pancarta multiprotesta porque lo único que cuenta es el quítate tú para ponerme yo.

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