¿Qué hacía un nacionalista como Paulino Rivero el pasado sábado en Madrid celebrando la Fiesta Nacional de España? No vimos a los presidentes de Cataluña ni del País Vasco, pero sí estaba el titular del Gobierno de Canarias rindiendo pleitesía al Príncipe Felipe, heredero del actual monarca español. ¿Aprovecharía la ocasión para sugerirle que propicie la independencia de Canarias, en el caso de que antes no lo haga su padre el Rey Juan Carlos? Mucho nos tememos que no. La presencia de Rivero en la capital de la Metrópoli confirma que es un cínico político. Un traidor a su pueblo que dice una cosa en las Islas y otra en la Península. Aquí intenta parecer como el gran héroe de la lucha contra el Estado español, pero apenas tiene oportunidad corre raudo a España para rendirles pleitesía a los españoles como un buen lacayo político, como un traidor y colaboracionista Guanarteme.

Rivero va a Madrid como un negrito de la colonia. Un negrito con la piel blanca, pero sin otra condición política que la de un nativo colonizado. Aunque vaya con traje europeo, los que lo conocen saben que es un nativo presto a manejar el látigo contra los suyos para preservar los intereses de la Metrópoli. Es el nativo capataz de los metropolitanos; el encargado de la finca y de darles latigazos a los demás colonos para que no paren de trabajar. Lo importante es que no decaiga la recaudación de la Hacienda española. Viéndolo el sábado por televisión se nos hizo más patente su poca altura personal -el Príncipe tuvo que inclinarse acusadamente para saludarlo-, política y hasta intelectual. Intentó pasar como un español pero no lo consiguió porque todos los presentes sabían que es un nativo sin necesidad de que abriese la boca para oírlo hablar. Nadie lo escuchaba porque él no es nadie. A lo sumo un ave rara que los políticos españoles, con mucha más labia y desenvolvimiento que él, miraban curiosos, pero nada más.

La mera presencia de Rivero en Madrid denotaba, lo repetimos, su cinismo político. ¿Y este es el hombre que quiere repetir como candidato de CC a la presidencia del Gobierno regional? ¿Este es quien quiere seguir otra legislatura al frente de estas Islas? ¿Para qué? ¿Para hundirlas aún más en la miseria? Esperamos que los patriotas de CC, en quienes seguimos confiando pese a su apatía, no consientan semejante disparate. ¿Puede un siervo de los colonizadores seguir al frente de Canarias, precisamente cuando más necesitan estas Islas su independencia para constituirse en nación soberana?

¿Cómo es posible que, habiendo tantos patriotas en Coalición Canaria, pretenda repetir en el cargo este traidor político? ¿Lo van a consentir esos patriotas?, volvemos a preguntarnos. También nos preguntamos, como lo hacíamos en nuestro editorial de ayer, si los presidentes de los cabildos de Lanzarote y Fuerteventura van a seguir apoyando a Rivero. ¿No se dan cuenta de que es el mayor enemigo político que tienen estas Islas? Con ese apoyo suicida, insistimos, Mario Cabrera y Pedro San Ginés están haciendo méritos para ser tan odiados como su protegido. Está cavando su tumba política.

Cabrera y San Ginés están haciendo el ridículo ante toda Canarias. Lo decíamos ayer en nuestro editorial: "No es de políticos sensatos, sino de mandatarios torpes, alinearse con quien tanto daño les ha causado y les sigue causando a estas Islas". Recapaciten antes de que sea tarde.

También se impone una meditación seria sobre los ayuntamientos. Llevamos varios días diciendo que no puede haber 88 corporaciones locales en estas Islas. Eso es una sangría económica que no podemos permitirnos. El espectáculo de Tacoronte sigue dando que hablar. Ya veremos en qué acaba. Pero al margen de trifulcas circunstanciales, hay que suprimir los ayuntamientos antes de que nos obligue a hacerlo la Unión Europea. Hoy, con los avances de las telecomunicaciones, cada cabildo puede gestionar el cien por cien de su isla con menor coste y mucha más eficacia. Se da la circunstancia de que muchos de los alcaldes y concejales son, políticamente hablando, tan analfabetos como Paulino Rivero. Hay alcaldes patriotas y respetables pero, como hemos dicho, constituyen una minoría. A ellos hay que aprovecharlos como prohombres de la nueva nación canaria. En cambio, Rivero y sus secuaces políticos tendrán que exiliarse porque en Canarias serán despreciados por el pueblo cada vez que tengan el atrevimiento de salir a la calle.