El Gobierno de Canarias anunció el viernes que el estudio de impacto ambiental realizado por Repsol sobre las prospecciones petrolíferas incumple gravemente la normativa comunitaria. Motivo suficiente, al buen entender del jecutivo autonómico, para llevar el asunto ante los tribunales. Falta conseguir, aunque tampoco será muy difícil lograrlo, que un juez paralice los sondeos de forma preventiva. Más o menos el mismo proceso que se ha seguido con unas obras de la envergadura del puerto de Granadilla. Al final se construirá ese puerto, pero tarde y mal. Tarde y reducido, para ser precisos, porque es ahora cuando más falta está haciendo para conseguir un puñado de empleos. No muchos, según los expertos en la economía de la chola y el no a todo -la economía del sí se puede ser más pollaboba todavía-, pero algunos puestos de trabajo al menos sí. Aunque, y en eso les doy la razón, ¿qué más da tener 380.000 parados que 381.000?

Argumentan también esos expertos de la economía de la pancarta y la oposición por sistema que el petróleo, caso de existir y ser rentable su explotación -que esa es otra-, generará en las Islas menos empleos que un hotel. Depende del tamaño del hotel; digo yo. Premisa que se cae por sí misma incluso en el caso de ser cierta. Los puestos de trabajo, tanto los directos como los indirectos, los genera la riqueza. l que vengan 1.000 o 10.000 turistas más no crea directamente un empleo de cajera de supermercado, fundamentalmente porque son pocos los guiris que compran en los supermercados para luego prepararse ellos mismos la comida. Algunos hay, pero insisto en que son muy pocos. La afluencia de visitantes demanda más empleos en la hostelería; más familias con dinero que luego van al supermercado y propician la contratación de una cajera adicional.

¿s necesario tener que explicar una y otra vez que hoy no hay compartimentos estancos en el sistema económico ni en ninguno? Parece que sí, aunque supone lo mismo que impartir docencia en el desierto. Los frondosos huertos de la razón se han transformado en muladares cuyo estiércol esparcen unos medios de comunicación, la crisis obliga, entregados a un amarillismo brutal. Periódicos y emisoras de radio o televisión en los que personajes de la categoría de Paulino Rivero o José Miguel Pérez pueden largar a sus anchas cuanto les convenga para sus causas personales. so por no hablar de progres de izquierda -tan de izquierdas que se mueven en deportivos de lujo- convertidos en delegados ecologistas y encubiertos de la oligarquía empresarial canariona porque, qué casualidad, los grandes atentados contra el medioambiente no los causan las obras de Las Palmas sino las de Tenerife.

scribo esto sin ganas porque siempre se ha dicho que el trabajo inútil conduce a la melancolía. Al menos me sirve de desahogo, como a tantos tinerfeños y a tantos canarios, ante el cinismo de la nomenclatura nacionalista. ¿O es que Rivero y su vicepresidente Pérez no estaban a favor de las prospecciones antes de que el vernáculo de l Sauzal necesitase los votos de Cabrera y San Ginés?

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