Nacionalistas en Canarias existen muchos; preocupados por el estudio del nacionalismo, sus vicisitudes y teoría también hay unos cuantos más. Entre ellos me incluyo y desde 1960 ando en ese escenario, y no solo desde Canarias sino mas allá del Atlántico, debatiendo y publicando innumerables artículos con preocupación teórica para investigar con más certidumbre el terreno que pisamos y más tarde continuando con la misma preocupación, pero ya desde la militancia de una organización consecuentemente nacionalista, el PNC.

Que el PNC ha sufrido a lo largo de su historia intentos de dinamitarlo, y, paradójicamente, desde dentro, por los que se titulan super-nacionalistas es tan evidente como contrastable. A los que así actúan, esgrimiendo mañas torticeras, lo que les mueve son frustraciones de diversa índole, todas personales, que han extrapolado de la política situándose extramuros, conformándose, no en dar el callo, no involucrándose en candidaturas electorales, sino levantando el dedo acusador como emuladores de Catilina.

El PNC, a pesar de los embates producidos por el resabio, sigue vivo, y tan es así que ha tenido como meta propiciar la unidad nacionalista porque es la mejor solución política para esta tierra, y es al menos una esperanza, un objetivo al que no debe renunciar el nacionalismo canario en su conjunto. El intento por atomizarnos, el que se tenga enfrente a supernacionalistas que son capaces de dictar lecciones de ética y de llamadas a la responsabilidad no es bueno para ir hacia la construcción nacional canaria, porque con ellos, que son unos poquitos, desarraigados e inconexos, no se llegará mucho más allá de la vuelta de la esquina.

Sabemos que hay sabidurías que no han sido aprovechadas por el nacionalismo, poseedoras de preclaros conocimientos y que se arrogan el paternalismo del nacionalismo dejando chiquitos a Secundino o a José Cabrera Díaz. Es una pena que estos especímenes solo actúen de francotiradores, porque seguramente si lideraran un proyecto político nacionalista dando la cara lograrían los éxitos que a otros les niegan. Es una lástima que tengamos esas pérdidas, que sigamos desamparados cuando tanta falta hacen los supernacionalistas que nos guíen, nos indiquen e informen no solo de su valía, hoy en la oscuridad, sino de su trayectoria y compromisos con el nacionalismo canario, que seguramente es más que superlativo. Sería ejemplarizante para el ámbito nacionalista contar con ellos y que no se nos pierdan en palabras vacuas, en frases hechas y en resentimientos inconfesables

Por su parte, el PNC continúa en su sitio y así seguirá, aunque a más de uno le produzca algún que otro retortijón de tripas, y apostando, como siempre, para que Canarias sea una nación que baje del imaginario a la realidad.