Cuando nos encontramos de lleno preparando un tema de más de 100 páginas sobre la metodología y la investigación en el turismo, nos llegan alarmantes noticias frescas de la evolución del sector turístico en España, lo cual, por consiguiente, debe de involucrar de alguna manera a Canarias, aunque esta dependencia debería haber desaparecido desde hace siglos. Resulta que, según las noticias que aparecen en los medios digitales y que se atribuyen a Hosteltour, en los últimos cinco años España ha perdido más de dieciseis millones de pasajeros en sus aeropuertos -naturalmente muchos de estos deben de ser turistas nacionales y extranjeros-, cifra altamente preocupante si nos atenemos a los informes mundiales de la Organización Mundial del Turismo y la recepción de turistas de los principales países. Por poner un simple ejemplo, esta cifra es mayor que los turistas recibidos en Centroamérica y en infinidad de países que hoy son metas indiscutibles del movimiento de turismo internacional. Ocurre entonces que las luces de alarma deben estar prendidas en todo el sector político-empresarial en busca de esas soluciones que necesita al problema.

La investigación y la metodología que debería emplearse en estas lides parecen ser las más acuciantes en estos momentos de crisis donde estamos mas pendiente de la política que del turismo como negocio socio-cultural-económico, que es como debidamente debe tratarse, más en un país como España - e insistimos por añadidura en Canarias-, donde el turismo supuso la salida de un túnel donde la miseria tocaba en nuestra puerta todos los días del año.

Este desprecio a la investigación y a la metodología que debe de seguirse para obtener los mejores resultados ha sido una constante en el desarrollo turístico español, lleno de improvisaciones y planes fantasmagóricos en manos inexpertas, más pendientes de la rentabilidad económica que del interés general de una población que vio la luz precisamente por el desarrollo que el turismo internacional trajo a nuestro suelo.

Si a todo este preocupante panorama le añadimos las noticias producidas por las mismas fuentes, nos encontramos que España se encuentra actualmente situado como 4º país del mundo en recepción turística cuando durante muchos años fuimos competidores por el primer puesto.

Para más inri, entre los países que mejor acogen al turismo a España la sitúan en el puesto ¡57! Parece realmente increíble este impresionante vuelco cuando la calidez y la bonhomía de sus habitantes era uno de los principales símbolos de nuestra oferta. Islandia y Nueva Zelanda ocupan los primeros puestos en este capítulo de saber acoger al turista. Todo un ejemplo difícilmente imaginable hace solo unos pocos años.

Estamos entonces ante un problema serio que tiene solución, aunque muy difícil ante la situación política que vivimos y que sentimos en nuestra propia carne. Los resultados que se producen de una seria investigación no son convenientes para la caterva de políticos cuya mente no les da para más allá de pensar en sus propias conveniencias. Volver a empezar con aquellos elementos que solo se acercaban a la política para satisfacer su vocación, y nunca como un negocio económico, parece un imposible. A estos de ahora no les interesan ni la investigación ni la metodología, y sin estos dos pies la mesa desde luego se viene al suelo, tal como está ocurriendo ahora.

Nos encontramos en un dilema complicado ante el cual las soluciones aplicables tienen que ser necesariamente traumáticas. Hay que cambiar el modelo. Volver a lo que nunca se debió haber perdido, y que lamentablemente va a costar muchísimo reponer.

Canarias, por su situación geográfica -como dijera hace mas de 40 años el prestigioso economista Funes Robert- tiene una renta de situación de altísimo poder para vivir de su turismo receptivo. Para ello son necesarios mujeres y hombres que se olviden del negocio personal y piensen como patriotas en el porvenir de sus descendientes, algo al parecer muy difícil de conseguir viendo el panorama que día a día nos presentan los medios de comunicación y nuestro deambular por las calles de estas hermosas islas tan maltratadas físicamente, donde los intereses económicos del momento han sido capaces de destrozar no solo sus mejores paisajes, sino incluso aquellas señas de identidad que atraían de forma reiterada a los turistas haciéndoles volver, una y otra vez, para contemplar algo distinto, donde la amabilidad y el trato de sus habitantes era un hábito natural nada influido por las tendencias extranjeras que hoy emergen de los países europeos, nunca de los resquicios de nuestra América, donde solo algunos brotes de prepotencia, oscurecen el trato amable y cordial de unos habitantes humildes y sinceros, ancestros de unas razas que supieron entender el mundo, hasta en las mismas cumbres de Los Andes, como es el caso de Machu-Pichu.

Difícil y complicada está la situación en Canarias, pero volvemos a lo mismo: la esperanza nos mantiene. Hay que sobrevivir.