Si nos han contado la verdad acerca del estado de salud del Rey, no hay razón lógica para llegar a pensar que don Juan Carlos podría estar pensando en abdicar. Sin embargo, el pasado viernes, en las horas previas a la rueda de prensa convocada en La Zarzuela, hervían los teléfonos móviles y las redes sociales. En los ambientes relacionados con el poder político y en las redacciones de los medios se había creado un extraño clima de excitación. Un clima en el que los rumores, incluso los más descabellados, colonizaban la espera de la inopinada cita periodística organizada apresuradamente por Rafael Spottorno, jefe de la Casa del Rey.

De entre los periodistas, los más veteranos recordaban que una rueda de prensa en semejante lugar no tenía precedentes en los 38 años de reinado de don Juan Carlos. Ni siquiera hubo tal en ocasión de la histórica renuncia del conde de Barcelona, y eso que aquel fue un día señalado en la Historia de España y no sólo para los monárquicos. El caso es que a favor de una evidencia innegable: el bajón de salud experimentado por el Rey -algunas de sus últimas apariciones habían disparado las alarmas-, se había creado una corriente de opinión favorable a considerar que la hipotética abdicación del jefe del Estado podía ser algo más que un posibilidad.

Obvio es subrayar que en un asunto como este, cuya naturaleza es esencialmente política, es inevitable la mezcla de deseos con realidades. La figura de don Juan Carlos retiene prestigio entre amplios sectores de la sociedad española, pese a que una cadena de errores -algunos de ellos relacionados con su vida privada-, han erosionado el aura que forjó en los años germinales de la Transición y que consolidó después, sobre todo, en el plano internacional, como la figura más representativa de una España nueva y democrática.

Quienes desde una posición republicana agudizan sus críticas a la institución y se señalan en público a favor de un cambio de sistema parecían unidos en excitación a los partidarios de que se produzca cuanto antes un relevo en la cúpula del Estado y entre en escena el Príncipe de Asturias. Unos y otros cayeron en el vértigo de los rumores. Rumores que fueron creciendo en las horas previas a la ya famosa rueda de prensa. Era tal la confusión y tan hinchado el globo de la pretendida abdicación que, con buen criterio, Spottorno decidió pincharlo a la vista y oído de todos. Hizo bien. La Historia nos ha enseñado que en España se vive más de oídas que de lo que vemos y el oído -en este caso el rumor- era la puerta principal de la mentira.

Si la salud le respeta -y se nos ha dicho que de la operación de cadera, se recuperará a más tardar antes de medio año-, a don Juan Carlos ni se le pasará por la cabeza la idea de abdicar. Tengo para mí que acierta. En tiempos de crisis, lo mejor es no efectuar mudanza.