Es tan fácil. Tan fácil equivocarse, errar el tiro, desviarse del camino marcado con migas de pan. Es demasiado fácil coger lo que está a mano, elegir lo que no cuesta. Correr con las botas de siete leguas por la cuesta abajo. Fácil dejarse llevar, seguir los resplandores, la fama del famoso porque sí, del que nunca fue nada y ahora tiene quien le escriba –aunque sean sandeces– para que las diga o las grite por televisión. Y nuestros adolescentes quieren ser así. Como ellos. "Triunfar" sin esfuerzo. Me da pánico pensar que se puede perder una generación.

Lo fácil es la facilidad. Cruzarse de brazos y esperar. Lo fácil es esperar que no pase nada o que todo vaya a peor. Dejarse llevar, dejar de opinar lo que tú quieres opinar, pasar por la vida como una voz en off de un discurso repetido. Lo fácil es aparentar. Decía Erasmo que "las apariencias seducen más que la verdad".

Me pongo a pensar y... las mejores personas que conozco son aquellas que han conocido la derrota. Que han conocido el sufrimiento, la lucha... personas que han conocido la pérdida, y han encontrado su forma de salir de las profundidades.

Estas personas tienen una sensibilidad, una comprensión y forma de ver la vida que las llena de compasión, humildad y una profunda inquietud amorosa. La gente bella, la que vale la pena, no surge de la nada.

Perdemos tanto, tanto tiempo en naderías... Deja que te diga algo. No busques la fama, el dinero o el éxito; busca la felicidad, verás que saldrás ganando. Ni los días tristes o el limón amargo, sino la sonrisa cómplice de la luna que se posa sin que te enteres sobre tu pelo. No busques la mediocridad porque acabarás siendo un mediocre. Ni enemigos fáciles, porque los adversarios sólo aparecen cuando están como mínimo a tu altura.

Busca el sol. Está ahí al lado. En la música que te gusta, en la mirada de tu hijo y en la dulzura de tu niña. En la piel cómplice que pronuncia contigo mil poemas de ternura y escribe versos sobre la arena de una playa, o en el roce de unos labios.

Busca unos ojos que abran los tuyos: para mirarte por dentro. Busca la alegría y acabarás encontrándote con ella. No busques sólo el consejo de los otros y de sus voces: porque si no te escuchas a ti mismo, no oirás a nadie.

No busques la meta, porque si llegas no tendrás dónde ir. Busca el silencio cuando sobre el ruido. El ruido cuando el silencio duela. No busques mil salidas cuando estés atrapado o atrapada. Con una es suficiente. No busques las causas, encuentra las soluciones. No busques la retirada, pero tampoco olvides que retirarse a tiempo es vencer. No sientas vergüenza por llorar: las lágrimas son ríos por dónde corre el alma –la tuya–.

Busca aliento, amigos, amor, esperanza. Ríe y sonríe. Huye del desaliento, de la amargura, de los gritos. Busca la felicidad. Saldrás ganando.

Cuentan –y con esto les dejo– que un antiguo indio cherokee le dijo a su nieto: "Hijo mío, dentro de cada uno de nosotros hay una batalla entre dos lobos. Uno es malvado: es la ira, la envidia, el resentimiento, la inferioridad, las mentiras y el ego; el otro es la dicha, la paz, el amor, la esperanza, la humildad, la bondad, la empatía, la verdad". El niño pensó un poco y preguntó: "Abuelo, ¿qué lobo gana?". El anciano respondió: "El que alimentas".

Feliz domingo.

PD Hoy me he enterado de la muerte de Ernesto. No era mi amigo. Ya me hubiera gustado. La distancia y los "destiempos" así lo quisieron. Pero me ha dolido en el alma. Recuerdo ahora con tristeza su saludo afable y cariñoso de cada verano saliendo de detrás de aquel enorme bigote: "¿Qué, qué tal Isa?". Adiós, asturiano de bien. La misma bonhomía que tenía su suegro. Debe ser de familia. Siempre se van los buenos. Descansa en paz.