Confieso que la primera vez que escuché el tema "Piel canela" fue en la voz de Eydie Gormé, una estadounidense que se convirtió en la cuarta mosquetera del Trío Los Panchos, una voz única que cantaba boleros en español. Un ejemplo es el tema compuesto por Félix Manuel Rodríguez Capó, destacado cantante puertorriqueño, conocido en el ambiente musical como Bobby Capó, y que fue bautizado Piel Canela.

Este fue también el nombre elegido por el grupo folklórico Añate para poner en escena un espectáculo que algunos definirían como "vintage" -ahora que le ponemos nombres extraños a todas las cosas-, una vuelta a esos años en los que al amparo de la emigración surge ese folklore de ida y vuelta, e irrumpen con fuerza ritmos con acento de Cuba, Méjico, Puerto Rico... reinan el bolero, el son... y el escenario se llena de nostalgia. Nostalgia de un tiempo marcado por las ausencias y la escasez de recursos, en el que la música se convierte -a través de los discos de pasta de vinilo y de los aparatos de radio de baquelita- en la alegría de muchos.

Piel Canela dio nombre a un trabajo discográfico y a un espectáculo que arrasa en los escenarios y que en parte estuvo presente en "Semblanzas", una puesta en escena que resumía los 30 años de actividad de Añate, ese grupo de amigos que festejó hace unos días la efeméride en su propia tierra, en La Victoria de Acentejo.

Y allí estuvimos todos: los amigos, los seguidores, los antiguos componentes, el público... al aire libre y en una noche tranquila, disfrutando de su elegancia en el escenario, de la sabia combinación de baile, música, palabra y cambios de indumentaria. Todo bien hilvanado, reviviendo secuencias familiares, repasando en la memoria las ausencias, nombres, temas, discografía, escenarios, anécdotas... pues de eso se trataba, de evocar lo vivido y cimentar el futuro.

Al frente, Víctor González, Miguel García, Candy Martín y Carlos González, siempre humildes, con las mismas ganas, celebrando relevos generacionales, compartiendo sueños..., incombustibles, viviendo cada segundo junto con el resto de componentes como si fuera la primera vez, sin perder un ápice de frescura, sin dejar de dar las puntadas necesarias para que el público se pusiera en pie a rendirles justo tributo a su entrega.

No se olvidaron de nadie, dieron las gracias a todos los que, de manera directa o indirecta, han contribuido a la forja de Añate, algo más que un grupo de folklore, como quedó demostrado en el escenario, pues se sucedieron cuadros escénicos muy cuidados, enlazando las diferentes partes del espectáculo, que se hizo corto y resultó ameno. A esto contribuyó el factor sorpresa, desde ese tango herreño -interpretado por el baile rayando la perfección-, al carnaval de Los Indianos, donde la negra Tomasa y su corte derramaron polvos talco entre risas y estornudos. Todo ello sin olvidar algunos de los aires folklóricos más importantes de Canarias que, pese a ser tan conocidos, no pierden su encanto para los que nos sentimos islas y en el escenario estuvo el Archipiélago entero.

Gracias, Añate, por existir, a sus componentes por ser, a sus directores por estar, al público por sus aplausos y a los amigos por su afecto. Fue una noche grande, muy grande, así que soplamos la vela hecha palabra de los 30 y nos quedamos esperando para celebrar al menos los cincuenta, que en números romanos se representa con la L de lealtad, la principal cualidad de las gentes de bien, el pilar que consolida las amistades. Con la mía han contado desde siempre, así que, con permiso de los lectores, me pongo de pie para brindar una ovación a "mi gente" de Añate.