Como datos exactos en cuanto al gasto para la reducción de las listas de espera, que contradicen lo manifestado políticamente desde la Consejería de Sanidad y sirven como ejemplo de lo que digo, en Canarias, desde el año 2007 hasta el 2012, se ha reducido la inversión económica que, en el último periodo legislativo, con los presupuestos elaborados con el apoyo del PSOE, redujo un 84,4% del presupuesto para atender a este acuciante problema, pasando de 11,7 millones en 2011 a 1,6 millones en 2012. Esta es la realidad incontestable que los gobernantes no dicen y ocultan, pero que son la verdad dura y pura.

Intentaron, con el aumento de las jornadas laborales, crear un enfrentamiento social de los trabajadores con la sociedad, en el sentido de vender la imagen de que solo se pedía incrementar en 2,5 horas semanales para mejorar la productividad y el mejor servicio a los ciudadanos. Y esto se ha demostrado que fue otro engaño malintencionado pues estadísticamente no ha servido absolutamente nada para mejorar el servicio ofertado a los usuarios, antes bien, se incrementan las listas.

Tras el amparo de los recortes, se despidió a miles de trabajadores, se cerraron camas hospitalarias, se paralizaron las obras de centros en construcción, de rebajaron los sueldos, se suspendieron pagas, se vulneraron acuerdos y convenios laborales colectivos, se lesionaron los derechos ciudadanos y laborales.

Desde el comienzo de la desgraciada crisis, el recorte en los presupuestos superan los 800 millones de euros en sanidad pública y la gestión política es desastrosa y, encima, autocomplaciente, sin ninguna autocrítica y ridículamente mayestática.

Nos han hecho retroceder, unos y otros políticos centrales y autonómicos, treinta años en derechos ciudadanos y laborales. Dan por buenas las políticas de ajustes y austeridad en esta recesión económica en la que nos encontramos y que han aplicado reflotando bancos y dando beneficios a los grupos financieros y a los más poderosos, a los más tienen, que se han enriquecido en estos años.

Salarios tercermundistas con reformas laborales esclavizantes a los pocos que mantienen su trabajo; paro galopante con millones de personas dispuestas, en su desesperación, a aceptar cualquier cosa en una franca degradación social y personal; el hambre y la pobreza en aumento que se suplen con ayudas solidarias de ONG y del resto de familias; jubilados, que ayudan a los que no tienen; estudiantes que no acceden a sus estudios por no disponer de posibilidades; sanidad precaria y cada vez más cara que solo podrán pagársela unos cuantos, los de siempre; pensiones a la baja que no dan para una mínima subsistencia; dependientes que no reciben ayudas y que mueren en el intento; aumento de las privatizaciones en lo que deben ser servicios públicos aportados por el Estado con los impuestos y con las aportaciones históricas de los ciudadanos a lo largo de su vida.

Creo que mientras los problemas sociales sigan en el nivel actual, con aumento de la pobreza, con los seis millones de parados, mientras se inyectan grandes ayudas económicas para evitar que los bancos se hundan, pues habiendo perdido dinero privado se utiliza dinero público para su rescate, en vez de financiar el ya de por sí pobre sistema de bienestar social, recortando de los servicios públicos por causa de la austeridad propuesta por los políticos en un ataque sin precedente a la salud de los habitantes, seguirán aumentando los problemas sanitarios y se elevarán las patologías y enfermedades mentales, de lo que ya han alertado los especialistas, con aumento de suicidios, alcoholismo, drogadicción y otras lacras sociales y humanas de difícil solución con estos datos económicos.

Y los ciudadanos morirán por enfermedades típicas del aumento de la edad, cada vez más envejecidos, o por cáncer o diabetes, en vez de en accidentes de tráfico, como antaño, con estas políticas restrictivas en materia de salud en las que no solo no se invierte sino que se recorta, olvidando que la rentabilidad obtenida en sanidad y salud supera siempre los gastos producidos.