El tema de Gibraltar, que lleva o llevará semanas y meses, o años, está produciendo una larga literatura. Algunos hasta lo han catalogado como cortina de humo. Otros acuden a orígenes, más o menos sofisticados en la Historia, como un "obsequio" a los ingleses por su apoyo a los Borbones en las guerras de sucesión. Varios siglos desde el Tratado de Utrecht, cuya naturaleza es la de pacto. Y como tal habría que examinarlo, y a fondo. Con nuestros mejores historiadores y juristas de rango internacional, y políticos no pusilánimes. Vuelvo a citar a Ortega y Gasset: "Ante un hecho o una norma confusa, en el fondo subyace una injusticia".

Y eso explica mi reflexión, que puede parecer tardía (sor Teresita del Niño Jesús, dominica de clausura, venerable, afincada en Daroca (Zaragoza), acostumbraba a recomendar a sus novicias saber esperar). Podría sostenerse que sobre Gibraltar está dicho todo. Hay quien sugeriría usar un gran serrucho, y aserrar por su base el Peñón. Otros, enviar nuestra escuadra. Algunos, negociar entre los hormigones cortantes sumergidos en aguas españolas. Y recortar el espacio aéreo. En fin, la causa de todo el tinglado no es sólo la pérdida de un territorio y la pesca en la zona.

El ministro de Asuntos Exteriores, Margallo, no sé si por su doble ascendencia militar, ha tenido una reacción diplomática oportuna, pero, de momento, sin frutos. Algo es algo. ¿Falta firmeza? Esa es mi primera reflexión, si se atisba un planteamiento a fondo, o de miras altas. La firmeza a corto plazo en la actualidad y la justicia es no abandonar la exigencia en Derecho a la descolonización de tal colonia, tal como las Naciones Unidas acordaron a finales de 1969. Por varias razones: la primera, porque en el pacto -pacta sunt servanda, tal como se mantiene en Aragón-, cabe siempre una revisión, a la vista de unas circunstancias que han podido darse.

Otras razones históricas: recuérdese la decisión del general Franco de no cumplir la promesa de Hitler de devolvernos Gibraltar si hubiéramos dejado pasar a sus tropas en la II Guerra Mundial. Otras, geofísicas: la existencia de la base conjunta con Estados Unidos en Rota, que hace minúsculo el Peñón. Máxime si los conflictos derivados de la primavera árabe -Egipto, Siria, etc.- se agudizan. También por razones ecológicas que eran desconocidas en Utrecht. (Por eso, la ley de ministro Cañete es una reacción eminentemente técnico-jurídica muy apropiada).

En el siglo pasado, Fernando María Castiella escribió sobre la soberanía española sobre Gibraltar: irrenunciable, aunque negociable.

*Académico