1.- El mundo nos depara a veces sorpresas. Quiero decir que, en medio de la falta de humanidad tradicional imperante en el universo, aparecen voces que nos hacen creer que aún es posible la redención de esta sociedad. Me refiero a las terribles imágenes de Siria, que han despertado tal indignación que quien quiera que sea el que haya lanzado sobre esa pobre gente el gas nervioso ha encontrado, de plano, el rechazo y la reprobación más unánimes. Algunas televisiones han pixelado los rostros de los muertos y de los heridos por la utilización probable de gas sarín. Yo vi las imágenes sin censura y me repugnaron tanto que sido incapaz de asimilarlas. Razón tenía mi amigo y maestro el profesor cuando me dijo una vez que todo aquello que repugne no debe ser publicado. Estos son los límites, los de la repugnancia por los hechos cometidos y mostrados, el dolor incontrolado de los que sufren, la brutalidad de la acción. Esas imágenes no las voy a olvidar aunque haya visto de todo y no me asombre de casi nada. De esta miserable acción, sí.

2.- Y es que la brutalidad de las cruzadas, la quema de supuestas brujas por la Inquisición, los crímenes más brutales cometidos por unos hombres contra otros a lo largo de los tiempos continúan ahí, disfrazados ahora de gas sarín. Es mentira que la civilización haya avanzado, porque se siguen matando unos a otros, en nombre de las ideas políticas y religiosas. Y esto es intolerable. Malditas las ganas que tengo yo ahora de filosofar con la muerte, cuando lo que quiero es que no me duela la pierna. Pero lo de Siria ha resucitado viejos fantasmas, fantasmas que yo quería creer que habían sido borrados de la faz de la tierra. Y estaban ahí, acechándonos. No se han ido nunca. Menos mal que, quizá por la brutalidad de las imágenes y gracias a la televisión, parece que el mundo se ha dado cuenta de que esto se tiene que acabar.

3.- Los responsables de la muerte y de la enfermedad de miles de personas inocentes deben ser castigados. Con firmeza. Y si es precisa una acción militar, que sea contra objetivos militares, sean del Gobierno sirio como de la oposición al régimen. Porque de los dos bandos tenemos noticias de atrocidades cometidas. El gas sarín ha sido la tenebrosa guinda, pero hay otros crímenes detrás, numerosos y también terribles. Siria ha sido un laboratorio de muerte inconcebible. La situación se ha dilatado tanto que la guerra civil se ha convertido en conflicto atroz, por cierto como casi todas las guerras civiles (qué nos van a decir a nosotros). Escarnio público para quienes se han atrevido a llegar tan lejos.

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