En la terraza de la casa de Pablito, en la Estaca, repasamos viejas cosas de una isla joven que atrae y que esconde riquezas a las que se llega bien a través de la conversación o del impacto que deja el paisaje arrullado allá a lo lejos por el mar de siempre.

Y descubrimos al artista, al cantautor, que entre las estrofas de sus versos cálidos y sensibles nos hizo ver cómo la isla se engrandece, cómo la engrandecen sus habitantes, con sus vivencias, esfuerzo y trabajo, y también sus creadores, como Roger Gutiérrez, hijo de Pablito.

Al oírlo es como si se diera un vuelco al tiempo; o como si el día aquel que lo escuchamos fuera el mismo que, apartado de la memoria, se revitaliza y llega hasta lo más íntimo con la fuerza de las horas viejas, que, alejadas, permanecían en silencio y que el artista nos pone al corriente con el diapasón sonoro de su verso certero, con su voz a veces desgarradora y otras entusiasmadora; que nos conduce a la reflexión, a reconocer valores no solo patrimoniales sino personales que la isla tiene en lo recóndito, donde no habíamos llegado, y que la letra de la canción y la voz de Roger nos sacudió como un aldabonazo en los castillos que habíamos fabricado en la infancia y que retumbaron entre los vericuetos de la memoria.

Conocimos a Goyo, uno de los tocadores de pito referenciales que un desgraciado accidente arrebató a la isla. Él animaba el baile de la Virgen o lo enlentecia para recuperar el cansancio de la caminata. Roger lo recuerda, le da vida, lo rescata con la elegancia del poeta y con la sensibilidad de un herreño capaz de respetar a los que han puesto su empeño para que la isla suene, como su pito, como su entusiasmo.

"Dónde andarán", en la que el poeta nos acaricia la fibra más íntima, nos introduce en ese escenario prodigioso de los niños de la isla que, estén donde estén, bien en el puerto, Valverde o Sabinosa, sus juegos son los mismos, los juguetes iguales y sus sueños idénticos.

Sentimos un nudo en la garganta, tocamos la niñez con la ternura de los espacios donde hicimos de todo, desde jugar a los barcos de lata o a la piola, a correr porque el perro nos mordía los tobillos, o había que estar en casa cuando se encendieran las luces.

Todo eso y más hizo que la voz del artista nos deleitara y nos atragantáramos, porque la isla queda bien, a la máxima altura, con voces rompedoras y prometedoras como la de Roger, cantautor, herreño y canario.