Yo elogiaba, admiraba y creía en Paulino Rivero como alcalde y creador de un municipio que le debe a él todo lo que es, y que figura entre los más brillantes y mejores regidores municipales de todos los tiempos en la isla de Tenerife porque todo en El Sauzal lo hizo casi a partir de cero, y eso que El Sauzal no era sino un poblado empobrecido por falta de recursos y de iniciativas para aprovechar los pocos que quedaban, y esa labor la llevó a cabo Paulino Rivero, como yo he dicho en varios comentarios anteriores.

Rivero, con todos los merecimientos, pudo optar a la presidencia del Gobierno autónomo de Canarias y resultó elegido por el pueblo canario. Pero, ya en el ejercicio del mando, ha tenido altibajos en el cargo, por ejemplo, al oponerse a las prospecciones petrolíferas de Repsol, alegando, sin estar seguro, de que influiría negativamente en la afluencia turística en Fuerteventura y Lanzarote, cosa que nunca ha sido demostrada.

Y eso ha ocasionado el corte de las prospecciones hasta que, últimamente, el ministro de Industria ha intervenido en el caso.

Pero lo que ha desconcertado, últimamente, al pueblo entero de Tenerife y a parte del de Canarias es la decisión de Rivero de poner en manos de personas de Gran Canaria, que no constituyen la mayoría de habitantes del Archipiélago, la sanidad que se administra desde la provincia oriental, sin que en ella haya más centros sanitarios que en la occidental. Eso ha caído muy mal en Tenerife, provincia que está más poblada. La plana mayor de los que administran la sanidad pública está en manos de grancanarios, en contra de todas las razones.

Las reacciones están por llegar, pero aún no se han producido.