Víctima de una de las lacras que persiguen al ser humano, un infarto fulminante con apenas 69 años, nos dejó en 2010 este gran tenor. Nacido en Las Palmas en 1941, hizo sus estudios académicos en La Laguna, y los musicales en el Conservatorio de su ciudad natal, ampliando sus conocimientos en Madrid y posteriormente en Alemania.

Fue uno de los tenores predilectos de Alfredo Kraus, con quien compartió trabajo como profesor en la Escuela Superior de Canto, dos maestros del arte de cantar bien, del fraseo perfecto, y el buen gusto por hacer las cosas con autentica perfección, recibiendo ambos el honor de ser hijos predilectos de su ciudad natal. Su afinidad con Alfredo, además de por compartir las mismas inquietudes, fue porque en una etapa en la que tuvo algunos problemas de voz Alfredo le ayudó a solucionarlos, y se lo agradeció de por vida, pues de su boca siempre salieron parabienes hacia su persona.

Lo conocí hace muchos años porque cantó en la boda de una de mis hermanas, recreando un perfecto "Ave María". Era un joven travieso y simpático con una de esas voces que denominaban chiquitas, pero que, con una técnica insuperable, agrandaba con una pasmosa seguridad. Aquellos años ganó el primer premio de solista del Concurso de Rondallas del Carnaval, no estoy seguro, pero creo que fue con la rondalla Tronco Verde. Años más tarde se trasladó a Viena, donde, además de perfeccionar el alemán, estudió en una de las más famosas escuelas de canto, con uno de los cantantes más importantes del siglo XX, Antón Dermota. Debutó en Salzburgo en el papel de Tamino de "La flauta mágica" de Mozart, en 1971, y en Viena con el Ernesto de "Don Pascuale" de Donizetti.

Tuve la suerte de disfrutar su arte un tiempo después, en el teatro Pérez Galdós, donde interpretó un maravilloso "Elixir de amor", visando "Una furtiva lágrima..." con el público puesto en pie y recibiendo una de las grandes ovaciones que he presenciado como aficionado. Un tenor auténtico, con un fraseo perfecto y una hermosa voz llena de matices y color, y con una pasmosa seguridad que demostraban su garantía musical.

Compartió su pasión operística con la interpretación de misas, oratorios, conciertos, y "lied", y se convirtió en un gran estudioso de la voz, lo que le permitió escribir y publicar dos libros: "La jungla de la ópera" y "106 reflexiones sobre la voz y el canto". Reclamado por grandes directores de orquesta y los principales teatros del mundo, trabajaba mucho e incansablemente, especializándose en el "lied" alemán, donde era un virtuoso. Dominaba también el italiano y el inglés, y estrenó y grabó obras para discográficas importantes: EMI, Amadeo de Viena o RTVE Música, entre otras.

Fue un artista inigualable, que, como muchos, derivó su carrera hacia la docencia. En sus clases de canto tenía una máxima que defendía ante sus alumnos: "Estudiar, aprender, transmitir y enseñarle a la gente que no solamente es la voz"; y ponía como ejemplo una frase de Mascagni: "Para cantar también se necesita la voz". Recalcando el "también", porque hay muchas cosas importantes en la técnica: la inteligencia, la correcta interpretación del idioma en el que se canta, la presión, la respiración..., muchísimas cosas. Por eso él no escatimaba esfuerzos y compartía la enseñanza con recitales, y dando cursos en otros foros, como la Universidad Complutense de Madrid. Tenía un gran concepto didáctico y se recreaba como los grandes toreros en la faena, por lo que dedicaba todo el tiempo necesario a la enseñanza.

Convivía en Madrid con su inseparable compañero y pianista Edelmiro Arnaltes, y juntos desarrollaron y dedicaron su vida a profundizar en todos los aspectos de la música. Le encantaba cocinar, especialmente comida alemana, pero los dulces eran una tentación inevitable.

Otro grande que se marchó dejando su estela de gran persona, pues será recordado por su simpatía, y porque convirtió su vida en un compendio de sabiduría y aprendizaje, donde era primordial adquirir el mayor número de conocimientos sobre las técnicas vocales y musicales. Esa fue su alegría de vivir, y lo que le bautizó como gran maestro, además de su clase y señorío. Sus recitales, actuaciones, y clases magistrales quedan para la historia de la música.

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