No se le puede pedir a un escritor de todos los días que borde el artículo diario. Yo lo intento, como es natural, pero no lo consigo. , cuando no tenía nada que contar, hablaba de sus numerosas enfermedades, pero los británicos opinan que un caballero nunca debe referirse a ellas, ni en público ni en privado. Además, Dios me ha dotado de una salud de hierro, al menos de momento, aunque esto tampoco se debe decir, por si acaso. Ayer me di una vuelta en moto por Santa Cruz. Saco la moto sólo de vez en cuando, pero ayer me apetecía porque hacía calor y quería ir a "El Corte Inglés" a comprar unos repuestos de rotuladores. Pasé también por la librería, pero ahora se ven pocas novedades; eso sí, muchas ofertas. Se nota que mi amigo Javi quiere sacar mercancía. La ciudad, a las ocho de la tarde, estaba casi desierta. Debe ser que hay mucha gente fuera o en la playa, vaya usted a saber. Envidio a mi compañero y vecino de columna Ricardo Peytaví, que anda por Europa en moto. Así da gusto. Cuando sea mayor quiero ser como él.

2.- Como en agosto la actividad afloja, aprovecho para revolver papeles, como ya les conté, pero tampoco con mucha convicción porque lo que me provoca es leer cuatro cosas y mandarme un bistec en "El Pole" (donde todavía queda vino, que está mejor que el primero) y que salga el sol por Antequera. Ya no oigo ni la radio, porque es inaudible en verano, sin nada que contar y con todo el mundo de vacaciones, cargando las pilas para agredirse en septiembre, que es el mes ideal para agredirse unos y otros sin solución de continuidad. ¿No están ustedes cansados de tanta pelea estéril? A mí ya me aburren mucho los políticos, sobre todos los que quieren quitar a los que están para ponerse ellos.

3.- Me acompaña, como siempre, mi perra "Mini"; el otro día me dijeron que se pone tan contenta cuando oye, desde la calle, que llego, que a punto estuvo de tirarse por el balcón. Creí que yo no era capaz de provocar suicidios por amor, pero ahora veo que me equivoco. "Mini", una yorkshire mucho más inteligente que su dueño, está ahora echada a mis pies mientras quemo horas enteras ante el ordenador. No he visto fidelidad mayor que la de esta perrita, que tiene dos años. Todavía no me explico cómo hay desalmados que maltratan a los animales o los abandonan a su suerte en un lejano paraje. El sufrimiento terrible que experimentarán los perrillos buscando a sus dueños sin conciencia. En fin.

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