Lamentamos tener que decir algo de Paulino Rivero que entra en su aspecto personal, pero el presidente del Gobierno de Canarias no es un hombre fino. No es un caballero elegante y bien vestido, sino un mago. Con esto no estamos denostando a nuestros hombres del campo, porque como tales los elogiamos. Tan solo apuntamos que Rivero carece de categoría para el cargo que ocupa, empezando por la categoría intelectual. La mejor prueba de ello son sus decisiones desde que está al frente del Ejecutivo regional. Ni una sola ha contribuido a mejorar la situación de los canarios, sino a empeorarla. Nunca antes ha habido tanta miseria, tanto paro y tanta hambre en unas Islas que siempre fueron conocidas como las afortunadas. Un archipiélago que han desgraciado Rivero y sus compinches.

El presidente autonómico no está a la altura de los políticos peninsulares, que siempre se expresan con mucha más soltura y cultura que él. Tampoco está a la altura de los gobernantes franceses, aunque él piensa que es un hombre de Estado. Los franceses saben que es un indígena colonizado, un negrito con la piel blanca, aunque vaya por el mundo presumiendo de español sin serlo. Por eso le ponen como interlocutor al ministro de Ultramar; un mandatario que también es un hombre procedente de las colonias. Ni en Madrid, ni en París ni en Bruselas está este gangochero de la política a la altura de sus interlocutores en primer lugar, insistimos en ello, porque saben expresarse correctamente y él no. No hay más que verlo gesticulando como una marioneta.

Rivero es una calamidad como político además, también esto lo reiteramos porque es la pura verdad, de uno de los grandes responsables de que sigamos en manos de la Metrópoli española. Las obras de este hombre, a las que él mismo se refería el pasado domingo en la entrevista que le hicieron en uno de los periódicos que tiene subvencionados con el dinero de todos los canarios, se pueden resumir en casi 400.000 parados, 45.000 personas en las listas de espera sanitarias -muchas de ellas morirán antes de ser atendidas de sus dolencias-, un paro juvenil que supera el sesenta por ciento y numerosos colegios abiertos en pleno mes de agosto para que los niños de las familias empobrecidas por su culpa no caigan en la inanición. Estos, lo reiteramos con la lejana esperanza de que se avergüence de lo que está haciendo y dimita, son los logros de quien pretende volver a ser candidato en 2015. ¿Es posible que los responsables de Coalición Canaria, entre los que nos consta que hay patriotas y personas sensatas, consientan semejante disparate?

Coalición Canaria debe asumir, sin más dilaciones, que la única salida para estas Islas es la independencia. Seguir colonizados, y con Rivero al frente del Gobierno autonómico, supone aceptar de antemano el más negro de los futuros que nos podemos imaginar. Para empezar, es imprescindible cambiar las leyes que tenemos. España no puede salir de la crisis porque está encorsetada por una legislación obsoleta que, debido a nuestro sometimiento colonial, se extiende cabalmente a Canarias. De forma concreta, estamos atenazados por las leyes laborales y fiscales. Leyes abusadoras que arruinan a las empresas y, en consecuencia, acaban con todo atisbo de economía viable. De nada sirve que los canarios seamos un pueblo laborioso y ahorrador si las leyes fiscales arrasan con nuestras riquezas para beneficiar a los peninsulares.

Citamos como ejemplo de lo que decimos el increíble caso de un empresario conocido en toda Canarias por su actividad en los medios de comunicación. Un empresario que siempre ha sido ahorrador e inversor en su propia empresa, hasta conseguir que ésta sea la más importante de su sector en el Archipiélago. Este empresario tenía unos ahorros que estaba utilizando para mantener su empresa a flote en estos tiempos que en España, y en la infame colonia española que es Canarias, continúan siendo difíciles a pesar de que, como hemos señalado en diversas ocasiones, la crisis ya ha desaparecido de la mayoría de los países desarrollados. Esos ahorros se los ha chascado la Hacienda española con el abusivo impuesto sobre el patrimonio. Lo han dejado limpio con graves consecuencias para su empresa. Todo ello porque, según parece, en España es un pecado tener patrimonio.

En definitiva no vivimos en la nación moderna que podría ser Canarias, y de hecho será, en cuanto alcanzase su soberanía plena, sino en la colonia del país más atrasado de Europa, además del más injusto e, históricamente, el más saqueador. Un país de pícaros y de ladrones políticos que arrasan cuanto pueden sin pararse a pensar las graves consecuencias para las personas y las empresas. No hay derecho a que España se mame el dinero que tenía ese empresario para escapar, como decimos, de las actuales penurias. Eso, insistimos, es un crimen. España ha causado su propia crisis. España es la responsable de su mala situación económica y social y, lo que es aún peor, de lo mal que lo estamos pasando en Canarias.

No menos desastrosa es la legislación laboral española. Basta señalar que en las empresas no mandan los empresarios sino los trabajadores. No puede existir ánimo inversor cuando son los trabajadores los que tienen las riendas de la situación. Presos de una leyes impuestas durante la dictadura franquista, los propietarios de las empresas no solo arriesgan su dinero en unas condiciones de dificilísima rentabilidad, sino que luego se ven obligados a regalarles el sueldo a gandules y parásitos que explotan tanto al patrón como a sus propios compañeros. Es incomprensible la saña con la que estos individuos atacan a quien les da de comer. ¿Y luego quieren que se reduzca el paro?

Ahí tenemos a los comités de empresa; unos organismos creados en su momento con la buena intención de defender los intereses de los trabajadores pero que, con el paso del tiempo, en muchos casos se han convertido en un refugio de vagos. El propio nombre de comité de empresa encierra reminiscencias comunistas, pues suena a leninismo, a dictadura del proletariado; un sistema totalitario que, como bien han señalado numerosos autores, es la peor de las tiranías con excepción de la que Paulino Rivero ha impuesto en Canarias, porque lo que ha hecho este "Stalin" político no tiene parangón. ¿Por qué si con la llegada de la democracia se han ido eliminando todas las estructuras del franquismo, seguimos manteniendo unas leyes laborales que ahuyentan cualquier inversión precisamente cuando más lo necesitan España y Canarias? ¿Quién es capaz de invertir y contratar en estas condiciones?, nos reiteramos en preguntar. ¿No comprenden los políticos que esta legislación va en contra no solo de los empresarios sino también de los trabajadores? Estas leyes perjudican a los trabajadores, que los hay muy buenos, porque cercenan sus posibilidades de encontrar empleo.

Hablamos de puestos de trabajo que desaparecen día a día, por ejemplo, en el pequeño comercio. Hacía referencia uno de nuestros articulistas en su columna de ayer a la imparable caída de las ventas detallistas. Asfixiado por los impuestos, incluidos los que impone este Gobierno autonómico políticamente necio, el pequeño comercio se hunde. Se hunde en la Metrópoli, según los datos del Instituto Nacional de Estadística español, pero mucho más en Canarias. De nuevo la colonia se lleva la peor parte. Quién lo iba a decir de unas Islas que, junto con su clima y sus paisajes, tenían en el comercio uno de sus principales atractivos para los visitantes. Y todavía se atreve Paulino Rivero a decir que no ve obstáculos para volverse a postular como presidente.