1.- Una vez, Ignacio González Martín me regaló un bolígrafo -él me ha ayudado mucho en la vida y le estoy muy agradecido- y me adjuntó una tarjeta, que decía: "Aquí tienes un instrumento útil para que defiendas a las familias de tanto hijoputa". Conservo el bolígrafo y la tarjeta y no sé por qué me he acordado ahora de este hombre respetable y de sus hijos, por los que casi nadie da la cara. En realidad, ellos se bastan y se sobran para sacar sus empresas adelante en tiempos muy complicados. Tardarán más o menos pero lo van a conseguir. Mas parece que existe como una renovada propensión a sitiarlos, como hizo aquella abominable policía socialista en el caso Las Teresitas, que se excedió de una forma cruel y despiadada con varias personas, entre ellas con Ignacio y con sus hijos. Conste que hablo con conocimiento de causa: conozco datos tan brutales que harían temblar al jurista más experimentado.

2.- Se atribuye a don Ramón Gil-Roldán, cuando andaba por el Congreso, aquella sentencia memorable. "Don Ramón", le dijo uno, "Fulanito está hablando mal de usted". "Pues no recuerdo haberle hecho ningún favor", respondió el ilustre diputado. Ignacio González pagaba viajes a los Estados Unidos, y la intervención quirúrgica en los mejores hospitales de allí, a sus empleados que tenían que ser operados de dolencias para las que aquí no había garantías. Hizo una política social en sus empresas que ningún empresario español, con excepción quizá de El Corte Inglés, había puesto en práctica. Es un hombre honorable, un señor de palabra, un caballero, al que se le han echado encima brutos de la política y antiguos culichichis a los que se les acabó el chollo; y lo abandonaron.

3.- Hace años llegó la crisis, que sigue. Algunas empresas de la familia González van muy bien y otras han sufrido recortes. Pero es injusto que desde algunos medios pequeños y ruines se les vitupere continuamente cuando están haciendo esfuerzos, Ignacio y sus hijos, para sacarlas adelante. Fíjense si hay mala leche en Canarias que algunos mentecatos, para perjudicarlos, se retrotraen a supuestos de hace más de diez años, que no fueron denunciados en su día y que son radicalmente falsos. Es que este país no tiene remedio, entre otras cosas porque de vez en cuando sale un loqueta, predica un disparate y encuentra audiencia en unos medios de comunicación tan deleznables como osados e imprudentes. Siempre pasa igual en estas islas, por eso no levantamos cabeza.

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