Coinciden muchos expertos en una causa primera y última para la tragedia de Detroit: la desaparición de la clase media. Detroit, declarada en bancarrota el jueves pasado, era una pujante ciudad en la década de los cincuenta. Incluso mantuvo el tipo hasta el inicio de los ochenta. Famosa por su industria automovilística, vivían en ella dos millones de personas. Hoy apenas quedan 700.000. Hay barrios enteros abandonados y en manos de una delincuencia desorbitada. A la espera de una dudosa reactivación del sector del motor, el paro se sitúa en el 18 por ciento. Un guarismo considerado "brutal" por los economistas de un país cuyo desempleo anda por la mitad. ¿Qué dirían esos mismos economistas y sociólogos frente al 26,9% de paro que registra España? Más aún, ¿qué dirían ante el 34% que hay en anarias? Un dato que se eleva hasta el 69% en el caso de los jóvenes. Pero no adelantemos acontecimientos.

La clase media, insisto, se ha evaporado de Detroit. Durante años, cada día ha sido menor el número de personas llamadas a pagar impuestos. ¿A qué me suena esto? La deuda municipal se fue incrementando hasta la insostenible cifra de 19.000 millones de dólares. Unos 14.600 millones de euros. Hago la conversión para que no perdamos la perspectiva: en España déficits de 15.000 millones de euros no se consideran catastróficos. La deuda de anarias se sitúa en 4.704 millones sin que nadie, ni siquiera Paulino Rivero, se rasgue por ello las vestiduras. Alguien dirá que anarias es toda una región y que Detroit solo es una ciudad. ierto. Pero esa urbe norteamericana tenía, como he señalado antes, los mismos habitantes de anarias. En cualquier caso, poca cosa es la deuda canaria comparada con los 29.037 millones de euros que debe la omunidad Valenciana, o los 50.945 millones de ataluña. abría preguntar si estas dos últimas autonomías no estarían ya en concurso de acreedores si se utilizasen los mismos criterios que en Detroit.

Salvando las distancias, lo sucedido en esta localidad del Medio Oeste norteamericano debería encendernos las alarmas. O, más bien, debería ser motivo suficiente para que le hagamos caso a unas alarmas que llevan bastante tiempo avisándonos. Huelga repetir que la prosperidad de un país se cimenta en la salud de su clase media. Lo primero que aprendí en algunas repúblicas sudamericanas es que cuanto más pobre es una nación, más ricos son sus ricos. La prosperidad que está surgiendo actualmente en esos países guarda proporción directa con el incremento de un estrato social que no es millonario pero tampoco pobre; personas con una ocupación lo suficientemente remunerada para vivir con dignidad, e incluso con comodidad. Gente con capacidad económica para poseer su propia casa, un par de coches y hasta para irse de vacaciones con la familia una vez al año, no necesariamente a Disneylandia. Pequeños privilegios que dan para mucho.

La misma clase media, y a eso voy, que está laminando el Gobierno de Rajoy con una fiscalidad asfixiante. Es cierto que este Gabinete encontró un déficit muy superior al estimado porque el último Ejecutivo de Zapatero estaba maquillando las cuentas públicas. Un eufemismo para decir que estaba mintiendo. Europa apretó y hubo que adoptar medidas. Una buena decisión habría sido reducir eficazmente el sector público. Es absurdo que un ayuntamiento que no llegue a los 5.000 habitantes tenga alcalde y concejales con sueldo. Basta un secretario municipal, a ser posible compartido con otras localidades próximas, los funcionarios imprescindibles y unos políticos que cobren dietas para que el desempeño de su cargo no les cueste dinero, pero nada más. Una medida en absoluto baladí, pues de los 8.116 municipios que hay actualmente en España, 3.822 tienen menos de 500 habitantes; no menos de esos 5.000 señalados, sino menos de diez veces menos, con perdón por las redundancias. Pero no hable usted de reducir. Ni se le ocurra, porque le saltan al cuello media docena -o docena y media- de vernáculos locales con el argumento de que su pueblo, en el caso de Tenerife, es tan importante como la capital de la Isla.

Ya sé que las comparaciones son lo que son, pero a veces conviene comparar. Por seguir con los gringos, alifornia, un estado que de ser un país independiente superaría ampliamente a España en parámetros económicos, posee una cámara de representantes con 80 miembros y un senado con 40. En total, 120 parlamentarios frente a 350 diputados españoles, amén de 266 senadores (265 en la actualidad porque una plaza está vacante) y las correspondientes "señorías" de los diecisiete parlamentos autonómicos. Bacanal a la que debemos añadir las televisiones periféricas, las policías ídem, los defensores del pueblo regionales, las audiencias de cuentas y cuanto a ustedes se les ocurra pensar, pues por mucha imaginación que le echen al asunto se quedarán cortos: si la realidad siempre supera a la ficción, en política cuando menos la triplica.

Lejos de meter la tijera en esta sobredimensionada administración, han optado Rajoy y sus ministros por incrementar la presión fiscal para reducir el déficit. Paradójicamente, lo que están consiguiendo es vaciar los bolsillos de la clase media pero no minorar los números rojos. Eso en la primera fase; en la segunda están propiciando la desaparición de la propia clase media: autónomos que se dan de baja, comercios que cierran, empresas que despiden... El espectro de Detroit.

Esto en términos generales. Si nos circunscribimos estrictamente a las cuentas municipales, se calcula que un cuatro por ciento de los ayuntamientos españoles están técnicamente en bancarrota porque su situación financiera es insostenible. Es verdad que no todos están igual. Según datos del Ministerio de Hacienda, 3.547 municipios tienen superávit. En el lado opuesto, 518 atraviesan serias dificultades de tesorería. Madrid, Barcelona y Valencia son los más endeudados.

abría recurrir al famoso refrán de cuando las barbas de tu vecino veas pelar..., pero no. Resultaría pretencioso a estas alturas que alguien escarmiente en cabeza ajena, cuando nadie lo hace ni siquiera en la propia.

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