1.- Últimamente leo con más detenimiento las noticias de los periódicos, más que nada para divertirme con contradicciones, meteduras de pata, faltas de sintaxis, despistes, errores, mentiras y verdades a medias. El otro día, un tal , que creo que sigue siendo teniente de alcalde de Santa Cruz -no sigo ya muy de cerca la política municipal- hablaba de que "faltaba un papel" (¿recuerdan los tiempos de Franco?: "Le falta una póliza" y otra vez a hacer la cola) en la tramitación de la licencia para un cine al aire libre en el parque García Sanabria. Y el munícipe hablaba, como alguien versado en el papeleo, que no se puede tratar de la misma forma el permiso para un "evento" que para una "actividad". Me quedé perplejo. Al mago le encanta la palabra "evento", igual que le entusiasma la voz "obsoleto". Ha insistido tanto el mago y el velillaje en general que la Academia, tan sensible a la presión de la calle, ha acabado aceptando "evento" ya no como un acto de final incierto (un partido de fútbol, cuyo resultado se ignora al principio) sino como un acto en sí (un concierto). El concejal, en su trabalenguas, no sé lo que quiso decir, pero entendí que faltaba un papel para una "actividad", pero no para un "evento". Y esas cosas ocurren en la administración española, la más atrasada del mundo.

2.- Aunque me ponga un poco escatológico, ¿es lo mismo un pedo que un gufo? Para mí que el pedo es ruidoso y rotundo y el gufo un poquito maricón. Pues lo mismo lo de "evento" y "actividad". Una "actividad" y un "evento" son lo mismo, con matices. Creo que el concejal quiso llamar "evento" a una actividad única y "actividad" a unas sesiones de cine que duran todo el verano. Antañazo, para un cine de verano bastaba una autorización verbal del alcalde: "Hágase", y se acabó. Pero desde que le entregaron a los jueces el gobierno de España, los alcaldes están acojonados y los tenientes de alcalde también. Y hasta yo mismo estoy acojonado. Porque un juez tiene la potestad de meterte en el talego y de ahí la importancia que se dan algunos.

3.- Los cines de verano, por otra parte, son un encanto, no sólo por la película en sí, sino por el refocile que les entra a los espectadores en el terreno del arrumaco y de otros lances amorosos. Antañazo, cuando Franco, el "Z" de la policía se ponía al final del público y cuando los guardias veían movimiento hacían un cambio de luz, que se interpretaba como una primera advertencia. Si se reincidía acababa uno en comisaría por perturbar la moral (sería la de la propia pasma). Y eso.

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