Recientemente, y con motivo del Plan de Ordenación Urbana de Santa Cruz, han surgido las lógicas controversias de los que, con motivo o sin él, argumentan actitudes de tibieza ante las decisiones que se van a tomar respecto al veterano y querido barrio de El Toscal, y el permanente objeto de deseo es, ni más ni menos, el establecimiento militar de Almeida, antiguo cuartel de Artillería reconvertido hoy en el Centro de Historia y Cultura Militar Regional de Canarias, sede también del Museo Militar, el Archivo Histórico Intermedio y la biblioteca.

Por su carácter defensivo de antaño, quedó situado en un promontorio entre la llamada batería de Los Melones y la de San Antonio. Defensas que sirvieron en su día para contener las ofensivas piratas o corsarias contra la plaza fuerte tinerfeña, siendo la última la frustrada intentona del contralmirante Nelson. Del resultado de ello, que no vamos a repetir, surgieron posteriores proyectos defensivos como fue la construcción del fuerte de Almeida, que debe su nombre a un armador de origen portugués, habitual visitante de los astilleros que se erigían al pie de la inmediata playa de San Antonio, la hoy popularmente conocida como avenida de Anaga. Decidida su construcción en 1854, merced a un proyecto del coronel de ingenieros Clavijo y Plo, culminaron las obras treinta años después. Demora que determinó su ya escaso valor militar, puesto que en 1884 las técnicas artilleras habían mejorado sensiblemente y el crecimiento poblacional del barrio de El Toscal había tomado carta de vecindad.

No obstante continuó siendo sede del Regimiento de Artillería hasta 1940, fecha en la que se desartilla hasta que se convierte en Museo Militar Regional de Canarias, en 1988.

En la actualidad, pese a la crisis, este establecimiento militar desarrolla numerosas actividades relacionadas con la cultura y nuestra historia más reciente. Así mismo, me consta que por mediación de los sucesivos directores que ha tenido, se ha establecido contacto con las diversas asociaciones vecinales del barrio para facilitar el acceso a los jóvenes a las instalaciones deportivas que posee, aunque bajo la lógica tutela del propio estamento que mantiene el recinto en inmejorables condiciones de orden y limpieza, siendo un ejemplo a imitar en los diversos lugares urbanos de nuestra ciudad que adolecen de todo ello. Por tanto, a vista comparativa, la pretensión del edil de Sí se Puede Pedro Fernández Arcila, sobre la cesión de Almeida al ayuntamiento, resulta francamente inadecuada, pues si dirigimos una mirada retrospectiva hacia todos los edificios militares cedidos para uso civil se nos caería la cara de vergüenza. Sirvan de ejemplo el desaparecido castillo de San Cristóbal, la derruida torre de San Andrés o el actual abandono del fuerte de Paso Alto, hasta llegar a la inacabada restauración de la fachada del antiguo cuartel de San Carlos. ¿De qué vale, señor edil, la cesión de unas instalaciones cuando son los propios organismos los que las convierten, por dejación y falta de recursos, más pronto que tarde, en estercoleros para los marginales o en teatro de gamberradas incontroladas y destrucción sistemática del patrimonio urbano que contienen? ¿Para eso quiere usted que se entregue, como otros tantos, la mayor parte del recinto de Almeida? Mire, señor Arcila, existen muchas alternativas a esa absurda pretensión, y son las que plantea Urbanismo en el consistorio donde usted forma parte de la oposición, recuperando edificios históricos y creando aparcamientos subterráneos, además de optimizando lugares como el antiguo teatro San Martín.

Aprovecho aquí para preguntar por la posibilidad de reconversión urbana de la antigua granja avícola que fue propiedad de la familia de don Santiago de la Rosa, situada en la trasera de la antigua Casa Sindical, en la manzana que linda con San Francisco Javier, San Antonio y San Miguel. Teatro de correrías de mi infancia de la mano de mi tía Conchita, esposa del médico José de la Rosa Acosta. Al fallecimiento de ambos y legado a sus herederos, el solar sigue sepultado tras el frontal de las numerosas casas terreras aún existentes. Un lugar privilegiado y céntrico para uso público, que debería ser tomado en cuenta dentro del Plan Especial de El Toscal.

Concluyo despidiéndome del reciente cese por jubilación del director del Centro de Almeida, mi apreciado amigo el general José Manuel Pérez Beviá, que, como sus homólogos anteriores, ha sabido mantener e impulsar las diversas actividades de este histórico lugar, al servicio de todos los ciudadanos y visitantes que deseen acercarse a sus instalaciones.