No es mi propósito convertirme, a estas alturas de mi vida, en un crítico o cronista de la película cuyo título sirve de rótulo a estas líneas. Aunque sí me sirva de aliciente, y he de reconocer que la he visto, con respeto, sentimiento y admiración. Porque refleja un hecho histórico, el asesinato de 51 de los seminaristas claretianos en el seminario de Barbastro, Huesca, junto a su obispo, el primero en morir mártir en la Guerra Civil (parecido ocurrió con los escolapios de su colegio). Es una pena que haya aparecido tan tardíamente. Existiendo -al menos en la "causa general de la dominación roja en España, 1953- testimonios muy elocuentes. Enhorabuena al director y a los actores, incluida la miliciana, guapa, nieta de Lola Flores.

Tras la invitación a mis lectores de ver la película "El Cristo prohibido", lo que en medio del erial -especialmente económico y moral- en que se encuentra nuestra sociedad, precisamente hay que situarse en guardia sobre las tendencias a poner en solfa lo religioso. Y no porque Cristo esté prohibido, sino por los fallos que advertimos en los hombres ya sin fe.

Hay hechos, aparentemente sin importancia, como que el 17% de la población zamorana sea menor de 30 años. O que llegue a llamarse "un ejemplo de ingeniería jurídica al servicio de la justicia" -artículo de Cenamor en un periódico nacional-, comentando el dictamen sobre financiación de los colegios de educación diferenciada, a pretexto del rendimiento escolar. Es síntoma de que la ideologización ha llamado a las puertas de un órgano consultivo que hoy preside un jurista y político vinculado a los populares. No me extraña que Fernando García de Cortázar haya hablado acerca de la "la destrucción de la enseñanza" (Abc, mayo 2013): "En ninguna parte como en España se ha vivido a tanto velocidad y con tal profundidad el agotamiento de referencias culturales, la carencia del sentido ético de la vida social, la aspiración al medro, la picaresca en la promoción, la relajación de la rectitud moral". Es decir, no servir a señor que no se nos pueda morir. Por el contrario, como ha escrito Jiménez de Parga ("El Mundo", junio 2013), es necesario y urgente actuar "con conciencia histórica".

De otro lado, afirma el académico y sacerdote Olegario G. de Cardedal, en su obra "El hombre ante Dios", que es fundamental una "respuesta necesaria", que viene ya anunciada por Juan Pablo II y que Benedicto XVI y el actual Papa Francisco nos vienen exigiendo, frente a la concepción de "un Jesús solo hombre". En definitiva, una forma de "prohibir" a Cristo. Y repasando el libro de Villarrubias "El ejército del 19 de julio en Cataluña", también se puede colegir que en los mártires se habían dado fermentos vivos de pérdida o abandono de fe, lo que aceleró o impidió tanto derramamiento de sangre. Algo más que una disquisición federalista.

En resumen, mi invitación a que el lector vea la película "El Cristo prohibido". Pero también preavisar que la sangría de materialismo económico y de relativismo moral pueden medrar el volver a reencontrar nuestras raíces cristianas.

*Autor de "España en la encrucijada"