En ocasiones, intentamos entender cuando el Gobierno canario le presenta al ciudadano en Tenerife proyectos de expansión, de futuro para la isla, tales como ha sido el anillo insular de carreteras, el puerto de Granadilla, las prospecciones petrolíferas y exploraciones costa afuera... Sin embargo, las explicaciones del por qué se difuminan como los colores en la sombra.

La pregunta sería: ¿debemos apostar por el desarrollo de la isla? Indudablemente la respuesta siempre debe ser afirmativa. La isla debe crecer paulatinamente al ritmo que la propia sociedad lo va requiriendo, este crecimiento será planificado con lógica y en relación a nuestras necesidades. En principio, seguimos viendo un puerto de Granadilla aún en desarrollo, con muchas controversias. Un anillo insular parado por la falta de presupuesto, aunque con el compromiso de algunos políticos de continuarlo, porque hasta el momento este proyecto lleva al Gobierno a perder más dinero manteniéndolo parado que el costo de finalizarlo.

Un proyecto para las prospecciones petrolíferas, donde solo hablamos de si el beneficio de la extracción debe ser para Canarias o para el Estado y ya estan haciendo planes de cómo y dónde gastaremos esos ingresos sin tan siquiera explicar al ciudadano que primero debemos determinar la presencia de este recurso no renovable, su calidad y por supuesto volúmenes de hidrocarburos antes de iniciar la fase de perforación. Sin ir mas lejos, la construcción de otra terminal de contenedores en el puerto de Santa Cruz para que la ciudad pueda crecer aún mas.

Me pregunto qué es lo que quieren que crezca: ¿la ciudad, el futuro de la isla o simplemente el capricho de algunos políticos o gremios? Si revisamos la hemeroteca, único testigo de estos acontecimientos, encontraremos declaraciones como estas: "Necesitaremos expandirnos a corto plazo"; "de manera progresiva entrarán a la isla 500.000 teus con la llegada de la nueva terminal"; "se generarán nuevos puestos de trabajo tanto directos como indirectos"; "nuevos clientes ven con optimismo la nueva terminal".

A pesar de todas estas declaraciones publicadas, emitidas una y otra vez, luego de dos años seguimos esperando este progreso, este desarrollo, los nuevos barcos, las nuevas navieras para el puerto, los nuevos contenedores de transbordos, contrataciones de nuevos empleos... Solo el tiempo nos dirá si estas grandes decisiones han sido para el futuro de la isla o para otros intereses comunes. La sombra, tarde o temprano, dejará de ser un silencio.

César Ricardo Vera Ayala

Salvar el mundo entero

Hace unos días puede contar la historia de mi abuelo en la guerra civil, y este fue el detonante de que me contaran dos historias igual de heroicas de la guerra. Son de esas historias que se mantienen vivas en el recuerdo de sus descendientes.

En un pueblito del Suroeste de nuestra isla de Tenerife, un secretario de ayuntamiento tuvo que militar en la Falange, y ponerse a su pesar la camisa azul como tapadera, para salvar y esconder en su casa a aquellos perseguidos cuando eran buscados para ser ejecutados.

Y muy lejos de allí, pero muy cerca en su defensa de la vida, en Rionegro del Puente, un pueblito de Zamora, un heroico cura fue capaz de convencer a todos los vecinos del pueblo antes de la entrada de los nacionales para que no se denunciara a nadie. Dicen que la labor de este curita de pueblo fue ardua, yendo a cada casa de vecino para ganarse su silencio y este fue el único pueblo donde no hubo fusilados. El buen cura le ofreció también protección a todo aquel que tenia fama de socialista o comunista. Al abuelo de mi compañero de trabajo, que era socialista, le dejó la casa parroquial abierta para que se refugiara en caso de peligro, sin importarle ideologías o creencias.

Dicen que Oskar Schindler salvó a 1.200 personas y Ángel Sanz Briz, el embajador español en Hungría en tiempo de la ocupación nazi, salvo a 5.000 personas. Pero, ¿quién sabe cuántas vidas salvaron estos héroes anónimos? ¡Probablemente nunca lo sabremos!, pero, como dice el Talmud, quien salva una vida, salva el mundo entero.

Jesús Alberto Reyes Cornejo