No fue Reagan el inventor de la economía de la oferta -ese mérito les corresponde a Mundell, Laffer y Wanniski-, pero tuvo el acierto de aplicarla tras ganar las elecciones de 1980. La idea parte de la curva de Laffer; un gráfico que relaciona la presión fiscal y los ingresos del Estado o de cualquier administración que recaude dinero a partir de los impuestos pagados por los contribuyentes. o obstante, tampoco fue Arthur Laffer el padre de la criatura cuando, allá por 1978, participó significativamente en el desarrollo de la Proposición 13: una rebaja del impuesto sobre la propiedad que dio pie a toda una revolución fiscal. Keynes había reflexionado sobre este concepto algunos años antes, aunque ni siquiera él fue el primero. Lo había hecho cinco siglos atrás Ibn Jaldún, historiador, filósofo y estadista árabe que vivió en el norte de África entre 1332 y 1406.

En definitiva, la estrategia de bajar los impuestos para aumentar la recaudación viene de muy atrás. Lo único que hizo Reagan, insisto, fue atreverse a aplicarla a la primera economía del planeta. Y funcionó. Con una menor carga impositiva, se activó la economía y el Gobierno norteamericano recaudó bastante más que antes. Faltaba por experimentar si también ocurría lo mismo en sentido contrario. Algo que decidieron demostrar Cristóbal Montoro y sus colegas del Gobierno de Rajoy, incluido este último y también, porque aquí no cabe un tonto más, los ministros económicos del último Ejecutivo de Zapatero. Gabinete que en 2010 subió el IVA desde el 16 al 18 por ciento con la esperanza de recolectar más y apaciguar a los europeos, muy cabreados ante la difícil devolución de los muchísimos millones de euros que nos han prestado. Lamentablemente, ese aumento del IVA fue absorbido por un mayor fraude, con lo cual al final se recaudó menos que antes. La cosa ha ido a peor con el Gobierno del PP. Según los técnicos de Hacienda, lo ingresado por el Fisco en concepto de IVA durante 2011 fue el 5,4% del PIB, cuando en 2007, el último año de bonanza antes de la vorágine, ascendió al 6%.

Y no solo el IVA, o el IGIC en el caso de Canarias. La recaudación por todos los impuestos ha caído desde el 37,1% del PIB al 31,4%. Todo ello a pesar de la subida de los tipos, aunque tal vez deberíamos decir que como consecuencia de tal encarecimiento. Por si fuera poco, Montoro y sus aprendices de brujo también han realizado otros experimentos lamentables para las arcas públicas, como lo ha sido la amnistía fiscal. Una vía para que los defraudadores no pagasen el 10% que han tenido que aflojar los contribuyentes cumplidores, sino solo un 3%. Un premio en toda regla a la picaresca, pero para eso estamos en España; un país que pierde cada año 17.176 millones de euros por fraudes en el IVA. Evidentemente, si hay que pagar un 5% de IVA o de IGIC, la mayoría cumple y ya está. Si hay que pagar un 21 o un 11 por ciento, muchos prefieren renunciar a la factura con tal de ahorrárselo. Me pregunto qué parte de lo anterior es incapaz de entender Montoro y cualquier lumbrera de su cuchipanda.

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