Parece que existe una posibilidad -no por remota menos real- de que el y el SOE puedan alcanzar algún acuerdo de Estado en temas concretos. Ojalá haya suerte. Si esa iniciativa nos lleva a una componenda para que se alternen en el gobierno ambas formaciones, algo que ya ocurrió hace 130 años con los conservadores de Cánovas y los liberales de Sagasta, mal asunto porque estamos ante más de lo mismo por emplear una frase célebre, quizá tristemente célebre a estas alturas; si, en cambio, Rubalcaba y Rajoy logran ponerse de acuerdo en algo para afrontar los problemas de este país, a lo mejor hasta podemos salvarnos.

Aunque muchos no lo recuerdan porque no habían nacido o porque todavía estaban en la inopia de la infancia, en España hubo un gran espíritu de consenso cuando la muerte de Franco puso a los ciudadanos de este país frente al dilema del caos y el regreso a los años previos a la Guerra Civil, incluida la propia contienda fratricida, o un acuerdo de mínimos para no volver a dar un espectáculo vergonzoso -además de sangriento- ante Europa y el resto del mundo. En esa situación extrema los políticos supieron ceder cada cual un poco para que todos no lo perdiésemos todo. Ahora estamos ante una situación no tan dramática en lo político -aunque también en lo político- pero sí en el terreno económico y hasta en el social. Con 6.200.000 parados -a falta de conocer esas cifras halagüeñas que Rajoy ha anunciado para hoy-, o nos salvamos cogidos de la mano o nos hundimos peleándonos; no hay otra salida.

Una necesidad de acuerdos, una actitud de moderar posturas a cambio de que el contrincante haga lo mismo, que sigue sin caber en la cabeza de aulino Rivero. or fin admite el presidente regional que existe pobreza en Canarias, si bien la culpa no es de su Gobierno sino de Madrid. Hubiese sido hasta bonito que al menos una vez pudiese acontecer la excepción confirmatoria de la regla. Es una pena que la gente no se pare a pensar en lo que supone para el bolsillo colectivo la pelea personal de dos políticos. ¿Cuánto le está costando a Canarias esas desavenencias entre Rivero y Soria? La culpa del desencuentro no es únicamente de Rivero. El presidente del canario también debe hacer algún propósito de la enmienda. La situación del Archipiélago no está para orgullos infantiles propios de un patio de colegio a la hora del recreo. La verdad y la razón nunca están de un solo lado. Sin embargo, el empecinamiento -o directamente la tozudez- de Rivero pasará a la historia como un caso excepcional en estas Islas. or ejemplo, en el asunto del petróleo. El auto del Tribunal Supremo que desestima la suspensión cautelar de las prospecciones deja las manos libres a Repsol para hacer lo que quiera. ¿No era mejor negociar ventajas para Canarias antes de llegar a esta situación judicialmente consumada? Si lo que uno busca es el bien de los canarios, como presume Rivero, naturalmente que sí. Si lo que se persigue es una supervivencia en la política, la opción es la pelea diaria. Algo a lo que nos tiene ya muy acostumbrados el presidente autonómico.

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